En nuestro artículo anterior revelamos los resultados de un estudio que hicimos sobre los espacios que varios periódicos dedican a temas ambientales o ecológicos, como el cambio climático, calentamiento global, especies en extinción, etc. Nuestro descubrimiento fue muy desalentador, por la carestía que encontramos en estos “rubros”.

El siguiente paso que dimos fue darle rienda suelta a nuestra curiosidad sobre el estado de la cuestión, pero esta vez en el campo de la literatura, específicamente en la categoría de novelas que centren sus tramas en estos temas. Por más que buscamos, escudriñamos, revisamos y averiguamos, abrigando la esperanza de encontrar una veta de oro de escritura que de algún modo pudiéramos encasillar dentro de nuevos géneros literarios de ficción, nuestros esfuerzos fueron en vano. Fue muy poco, casi nulo, lo que hallamos en algo así que se hubiese podido catalogar como novela ecológica, ecología fabulada, catástrofe climática, eco-tragedia, drama de extinción, suspenso ambiental, intriga de contaminación o thriller ecológico.

Es realmente preocupante, quizás más bien asombroso, que la mayoría de los autores no se haya interesado en escribir sobre algo que nos atañe a todos y que en un momento dado pudiera causar daños extremos inimaginables y hasta comprometer la vida en la Tierra. Sabemos que el fin principal de la novela es entretener, y sus consecuencias, entre otras, fomentar el hábito de la lectura, mejorar la comprensión lectora, ampliar horizontes y acrecentar la cultura general. Pero, ya casi concluida la primera década del siglo XXI, que permite vislumbrar un enorme nubarrón negro que pende sobre la humanidad, que no pocos dudan se convierta en el signo de la presente centuria, como es la amenaza ambiental, creemos que la novela debería trascender de sus fines tradicionales y asumir funciones más agresivas en cuanto a alertar y prevenir a los lectores sobre estos temas, desde luego sin sacrificar su carácter de ficción y de entretenimiento, puesto que si se despojase de ellos, obviamente dejaría de ser novela para transformarse en ensayo.

Los autores que escojan los temas que venimos citando serían los pioneros del nuevo género de eco-ficción y se adelantarían a otros que se sumarían solo cuando ya sea demasiado obvia la urgencia de escribir sobre la furia de la madre Tierra, de su venganza o más bien defensa del abuso al que la hemos sometido. El momento es ahora, los escritores que asuman el reto pudieran ser nombrados en el futuro como los adelantados en la materia.

En lo que respecta a las editoriales, éstas deberían dar mayor importancia al tema catastrófico-ecológica y fomentar que los autores se dediquen a escribir centrando sus obras en estas materias. De este modo, junto a páginas literarias, bibliotecas e instituciones de la lengua y la cultura pudieran llamar a concursos o premios literarios basados en los temas nombrados. Sería como disponer de una mina poco explorada, con materia prima virgen lista para alentar fantasías y creatividades. El beneficiario, obviamente, sería el lector.

Sandor Alejandro Gerendas-Kiss