COP17. Conferencia de la ONU sobre el cambio climático. Durban, Sudáfrica, 2011
Nueva conferencia, nueva sede, nuevos delegados, pero los resultados parece que serán los mismos.

Entre los días 28 de noviembre y 9 de diciembre se está escenificando la decimo séptima Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático, Durban, Sudáfrica 2011, patrocinado por la Organización de las Naciones Unidas, para tratar de frenar la crisis ambiental originada por el cambio climático. Afuera de las paredes donde se efectúa la Conferencia, simultáneamente corre otra crisis: la crisis económica más peligrosa desde la Gran Depresión, iniciada en 1929, cuyo epicentro en este momento se encuentra en Europa y puede derrumbar el sistema monetario mundial y, junto con la crisis del clima, amenaza con producir la tormenta perfecta más peligrosa en los últimos 60.000 años, cuando se inició la glaciación de Würms.

La reunión tiene por sede el moderno International Conference Center, ubicado en la oriental y turística ciudad sudafricana, cuyas doradas playas son bañadas por aguas del océano Índico, a unos 1.500 Km al sureste de la fantástica isla de Madagascar, con su exuberante biodiversidad y muchas especies únicas en el mundo. Las palabras inaugurales del Presidente del país anfitrión, Jacob Zuma, apelaron a la responsabilidad de los delegados de los 200 países en reafirmar el sistema legal multilateral, contemplado en el Protocolo de Kyoto, y enfatizar que el cambio climático no solo es un desafío medioambiental sino un desafío para el desarrollo, y advirtió sobre la “tarea colosal” que le esperaban a los asistentes y concluyó diciendo que “estamos en Durban con un propósito: garantizar el futuro de las próximas generaciones”, y remarcó que Durban significaba un “momento decisivo” en la lucha contra el cambio climático.

Son bellas las palabras de Zuma, pero, aun cuando es temprano para sacar conclusiones, pues apenas entramos en el segundo día de la conferencia, ya se han recogido declaraciones de personeros ligados a la Conferencia que no muestran demasiado optimismo respecto a los resultados que la humanidad esperaría de tan importante y costosa movilización. “Sabemos que no se acordará un segundo Protocolo de Kyoto en Durban, eso sería un milagro“, dijo Achim Steiner, nada menos que director ejecutivo de PNUMA, el Programa de la ONU para el Medioambiente. Canadá, en una rueda de prensa realizada el primer día, afirmó: “Kyoto es cosa del pasado” y anunció que “no vamos a realizar un segundo compromiso con Kyoto”.

Los titulares de prensa tampoco son muy alentadores, veamos por ejemplo: “Pesimismo en Durban”, “Escepticismo ante la posibilidad de alcanzar un acuerdo climático global”, “Estalla un nuevo climagate ante la cumbre del clima de Durban”, “La ONU busca salida en Durban al fracaso de las cumbres del clima” son apenas algunos de los enunciados que escogimos para ilustrar el ambiente reinante.

Durban se perfila como una carrera contra el tiempo para salvar el Protocolo de Kyoto, cuya entrada en vigencia data de 1997 y su fecha de vencimiento expira en 2012, aun cuando la batalla se va a escenificar entre quienes abogan por prorrogarlo, con la atractiva denominación de Kyoto Plus, o aquellos que apoyan un borrón y cuenta nueva, como Canadá, que ha argumentado sus decisiones en negociar un nuevo acuerdo vinculante que eventualmente incluirá a todos los principales emisores del mundo”, que actualmente no comprende a los grandes contaminadores, unos por no haber suscrito el Protocolo, como es el caso de los Estados Unidos, y otros como China, Brasil e India, exonerados por considerase todavía como países emergentes.

En las primeras valoraciones se nota que la balanza de las preferencias se inclina a favor de la extensión del Protocolo de Kyoto, cuya relevancia es apreciable si tomamos en cuenta los calificativos con los que connotadas personalidades se han referido al célebre documento, “línea maestra”, “piedra angular”, “barómetro político más importante de la lucha contra el cambio climático”, entre otras denominaciones otorgada a la insigne herramienta, creada para la regulación climática. Uno de los grandes logros de Durban sería lograr la suscripción del Protocolo de Kyoto de Estados Unidos y China, responsables del 40% de las emisiones del planeta.

Otro reto crucial para Durban, segundo en importancia después del tema del Protocolo de Kyoto, es hallar la forma de capitalizar el Fondo Verde para el clima, creado el año pasado en Cancún, México, en el marco de la COP16, mediante el cual se establece un fondo de cien mil millones de dólares al año, a partir de 2020, y treinta mil millones de dólares para el período 2010-2012, con el objeto de ayudar a los países de menores recursos a soportar los costos involucrados en la lucha contra el cambio climático. Si el año pasado parecían difíciles estas metas, este año se ven mucho más cuesta arriba, debido a la crisis que ha estallado recientemente en el viejo continente, cuyas ramificaciones se extienden como una hiedra que atenaza el planeta entero.

Es la crisis de la burbuja del dinero, como lo explicamos en una serie de cinco artículos en el que planteamos la hipótesis de las cuatro burbujas: dinero, commodities, población y clima, y sostenemos que son cuatro variables dependientes una de otra. No nos gusta citarnos a nosotros mismos, pero esto viene muy al caso: “Si la crisis financiera global se profundizara, por ejemplo, entonces veríamos, como ya hemos visto antes, a países impedidos de desembolsar los recursos para el cumplimiento de acuerdos o protocolos climáticos vitales, o no considerarlos entre sus prioridades, firmados con objeto de detener el crecimiento de sub-burbujas tales como el incremento del calentamiento global, el ensanchamiento de la capa de ozono, el crecimiento de superficies esquilmados por la tala indiscriminada de bosques y selvas, o el aumento de la contaminación de los océanos y mares, entre otros, que atentan contra el mantenimiento de la vida en el planeta”.

Ya concluyendo, diremos que para conducir la inmensa nave a través de la tormenta, la humanidad deberá ser muy sabia y no dejar pasar ni la más mínima oportunidad, ni el más mínimo detalle, ni dejar de ofrecer la más mínima ayuda que pueda contribuir, no importa en qué grado, a capear el temporal y permitir llevar la nave a puerto seguro.

Sandor Alejandro Gerendas-Kiss