Sea bueno este Día Internacional de la Madre Tierra 2019 para ahondar en el lema «Protejamos nuestras especies», escogido por la ONU para la celebración de la Madre Tierra de este año, en el marco de la biodiversidad en nuestro privilegiado planeta azul.

Hablar de biodiversidad y protección de especies, sin tomar en cuenta su historial demográfico reciente, cuando menos de algunas de ellas, sería un trabajo incompleto. Pero si quisiéramos incluir a todas las que han disminuido su población, el tema sería tan profundo y extenso que daría para escribir una obra de varios volúmenes. Así de grave está la cuestión.

Según un informe de WWF.org, que tomamos del diario El País, del 30-10-2018, titulado La población mundial de vertebrados disminuye un 60% desde 1970. Es decir, las poblaciones de mamíferos, aves, peces, anfibios y reptiles se han reducido en un promedio de 60% entre 1970 y 2014. Las principales amenazas están «directamente relacionadas con las actividades humanas, incluida la pérdida y degradación del hábitat y la sobreexplotación de la pesca silvestre», sostiene la ONG. El Informe plantea, además, “la necesidad de alcanzar un acuerdo global por la naturaleza”. Marco Lambertini, director general de WWF Internacional, “ha indicado que la enorme presión ejercida sobre los recursos naturales está amenazando la estructura viva que sostiene a la humanidad”.

Esta noticia es alarmante, pero más alarmante es que pasó por debajo de la mesa, una mesa servida con los más exquisitos y variados platos de alimentos tales como deportes, espectáculo, variedades, novelas rosa, moda, cocina gourmet, pornografía y otros contenidos de un menú superfluo que encanta a la mayoría de los comensales, que los consumen con avidez al tanto que rechazan la tragedia que están viviendo la mayoría de los animales. Tampoco se dan cuenta del grave problema que se nos viene, que ya no tardará mucho en llegar.

Reconocemos que provoca arcadas ver imágenes o videos que registran a grupos de elefantes o rinocerontes malamente mutilados, tirados en la tierra, muertos o todavía moribundos, drenando chorros de sangre por los orificios que los saqueadores antihumanos les han dejado, al arrancarles sus piezas «preciosos» como colmillos de marfil o cuernos con supuestos beneficios medicinales, el oro blanco que está diezmando a estas indefensas víctimas, ante la avidez y superioridad humana.

Igualmente es repugnante ver las lagunas de sangre alrededor de focas o delfines asesinados a palos en las orillas de costas y playas, por estos neo-neandertales, con el perdón de los neandertales originarios, que cazaban en grupo solo para obtener su alimento, no como estos de ahora que mandan a matar para reunir fortunas.

Causa dolor y estrés ver los barcos balleneros persiguiendo durante horas a estos enormes cetáceos de estilizada figura hasta agotarlas del todo y así poder arponearlas, hincando en sus carnes sus cargas explosivas de gran poder. Luego de muerta la ballena, su cuerpo es subido a bordo con rapidez y cortada en pedazos con gran destreza, al tanto que cataratas de sangre de ballena se devuelven al azul océano.

Hemos declarado una guerra asimétrica contra los animales, una conflagración que creemos estar “ganando”, pero que al final vamos a perder, a menos que aprendamos a vivir en equilibrio con las demás especies. Hemos aprendido a matar con facilidad hasta las más voluminosas especies en una cruel e irracional batalla en la que la víctima no tiene el menor chance de defenderse para sobrevivir. Podemos liquidar especies cientos de veces mayores y más pesadas que nosotros por obra de nuestro «ingenio» e ingeniería de nuestras armas, y llevarlas hasta los límites de su exterminio o su desaparición total.

Ninguna especie se extingue de la noche a la mañana, en términos de cronometría humana. Para nosotros la extinción de una especie es un proceso lento, gradual, casi imperceptible, y en verdad en las ciudades no se percibe, pero el proceso existe, es rápido y se está acelerando.

La extinción de una especie está determinada por la velocidad de disminución de su población, proceso que puede durar décadas o siglos, dependiendo de una serie de factores. Pero, ¿qué son décadas o siglos medidos en tiempos geológicos o evolutivos? La respuesta es nada, absolutamente nada. En la escala de la medición geo-temporal es la desaparición instantánea de una o muchas especies por obra de los sapiens, que concluye con la muerte del último ejemplar sobre la Madre Tierra.

A la rápida disminución de las poblaciones de vertebrados debemos sumar algo más fulminante todavía, porque abarca a todas las especies. Es el calentamiento global y su consecuencia, el cambio climático, que van en crescendo en un constante e indetenible rito, puesto que por ahora no han podido ser frenados. Es la cuenta regresiva hacia una masiva extinción de especies que debemos tomar muy en serio, porque, repetimos, de este caos de deconstrucción del sistema de equilibrio biológico tampoco podremos salvarnos nosotros. Los homo sapiens conscientes debemos hacer esfuerzos extraordinarios para pararlo antes de que sea tarde.

Sea bueno este Dia Internacional de la Madre Tierra-2019 para comenzar a poner mayor atención e involucrarnos en el grave problema que ya nos toca las caras.

Sandor Alejandro Gerendas-Kiss