Hace poco escuchamos decir a alguien que los commodities llevan diez años subiendo y ya viene siendo hora de que bajen considerablemente. Lo primero que se desprende de esta afirmación es que esta persona, aunque no sea un economista, maneja dentro de su cabeza la idea de una burbuja económica. Sabe que los precios de los alimentos, los metales industriales, los metales preciosos, la energía y otros bienes básicos han subido de una manera notoria, que lo han hecho durante un periodo prolongado y deduce que, debido a ello, muy pronto tendrían que bajar de precio significativamente. Sin darse cuenta ha citado las tres características principales que definen a una burbuja. Hasta allí estamos de acuerdo con él, pero atendiendo a nuestra hipótesis de las cuatro burbujas, que juntas conforman un sistema y ninguna es independiente de las otras, no podemos avalar que la burbuja de los commodities vaya a estallar por el solo hecho de que los “llevan diez años subiendo”, sin tomar en cuenta el estado actual de las otras burbujas.
Sabemos que entre los commodities alimentarios se consideran el trigo, el maíz, el arroz, la soya, la avena, el café, el cacao, el azúcar, la leche, la carne de res y de cerdo. Entre los metales industriales el cobre, aluminio, hierro, zinc, níquel y plomo. Los metales preciosos conformados por el oro, la plata, el platino, el paladio y el rodio. En materia energética, los reyes, por ahora, son el petróleo, el gas natural y los derivados del primero como la gasolina, el gasóleo y los combustibles para calefacción. Por último podemos enumerar la madera y las materias primas textiles como el algodón y la lana. Los precios de estos commodities cambian a diario y son negociados a través de bolsas mercantiles, siendo la Chicago Mercantile Exchange una de las más importantes.
Para ilustrar la interrelación de las cuatro burbujas apocalipsis utilizaremos los commodities alimentarios, tanto por su importancia como por su masificación, y a modo de enunciado diremos:
Mientras la masa monetaria prolongue su inflación, la población siga creciendo y el cambio climático incremente los estragos sobre la producción agropecuaria, los commodities alimentarios, aun cuando en la formación de su precio exista algún agregado especulativo, no bajarán, y si lo hacen sólo sería de manera circunstancial y temporal (una crisis económica superficial, un ataque especulativo exagerado o hasta una depresión mundial), pero en el mediano o largo plazo, bajo el supuesto de que se mantuviesen constantes las otras tres burbujas, recuperarían su nivel máximo y tenderían a subir más todavía.
Llegado a este punto, surge la pregunta: ¿son las burbujas de precios de los commodities las que interesan a nuestro análisis apocalíptico o son otros tipos de burbujas referidas a los bienes básicos los que debemos estudiar? Los precios impactan, negativa o positivamente, más a los actores que intervienen en los procesos de producción, distribución, venta y compra de materias primas, bienes semi-terminados o terminados, que a la salud misma del planeta. En el caso de los alimentos, la inflación sostenida de los precios de los cereales, por ejemplo, produce el deterioro de la calidad de vida de la población y hasta puede provocar grandes hambrunas y mortandades, pero el mero hecho de la hinchazón de la burbuja de precios no es lo que afecta al cambio climático, sino el continuo incremento de las siembras de commodities alimentarios, forraje para el ganado, bienes básicos textiles y más recientemente los destinados a biocombustibles, para servir a las crecientes poblaciones humanas, cuyo número se vio incrementado exponencialmente en el s. XX, como vimos en la entrega (II) de este trabajo. En este caso, la burbuja poblacional presiona la burbuja de los commodities y ésta a su vez la burbuja climática, en la medida que se van incorporando más gentes y se requieren mayores áreas para las siembras. Todo ello a expensas de los biotopos, poniendo en peligro a las especies que los habitan, impactando lenta pero progresivamente el desequilibrio ecológico global, cuya acumulación en el tiempo representará una inédita e impredecible amenaza. Hablamos en serio cuando afirmamos que la situación pudiera desembocar en el apocalipsis o extinción de la vida en la Tierra, incluyendo la de los seres humanos.
La explotación de commodities madereros, mediante la tala indiscriminada de bosques, tiene variados efectos: la destrucción de hábitats locales ocasiona la disminución de la biodiversidad mediante la extinción de especies, las cuales, al quedar aisladas, pierden la oportunidad de dar continuidad a su existencia. Con el derribo de millones de árboles en la insustituible selva del Amazonas, por ejemplo, se está destruyendo el mayor pulmón del planeta. Allí se está gestando una de las más peligrosas sub-burbujas climáticas, cuyo crecimiento se nutre de las superficies de tierras que se van esquilmando. Cuando algún día estalle la sub-burbuja amazónica, las consecuencias climatológicas mundiales serán incalculables, puesto que es imposible elaborar escenarios confiables a partir de modelos matemáticos, considerando las múltiples variables presentes, como humedades, temperaturas, suelos, interrupción de cadenas tróficas y la interacción de cientos de miles de especies. Al no haber experiencia similar sobre lo que está ocurriendo en el Amazonas, no podremos saber de antemano qué tan catastróficos y devastadores serán los efectos del estallido de la burbuja. Las mafias que allí actúan, bajo la complacencia de las autoridades locales, al infringir con la mayor impunidad las leyes, pulverizan los acuerdos y protocolos climáticos, que con tanta dificultad se van esbozando y firmando, acelerando la desaparición de la gigantesca selva y adelantando la fecha de vencimiento del futuro desastre.
Un apartado merecen los commodities energéticos por su alta capacidad contaminante, en especial los de origen fósil, como son el petróleo y derivados de hidrocarburos. Desde la aparición de los motores a gasolina y gasóleo, a fines del siglo XIX, cuya masificación se completó en el siglo XX, sobre todo con la irrupción del automóvil y otros medios de transporte terrestres, la maquinaria agroalimentaria, la aviación civil y militar, los cuales produjeron en menos de cien años una sub-burbuja ecológica impensable hasta hace unas décadas, mediante emisiones de gases contaminantes, en particular de monóxido y dióxido de carbono. El efecto invernadero causado por estos gases originó al calentamiento global por influencia antropogénica, ya oficialmente aceptada, aunque todavía hay quienes manifiestan dudas al respecto, a pesar de que delante de nuestros ojos se van disminuyendo los glaciares a pasos acelerados. La burbuja del calentamiento global se irá inflando en la medida en que vaya subiendo la temperatura media mundial, a menos que se tomen los correctivos correspondientes. Su explosión, si se diera, podemos imaginarla de varias maneras: si se derritiesen los glaciares y los casquetes polares, el nivel de las aguas subiría en el planeta inundando las costas en todas partes, ocasionando muertes y migraciones sin precedentes. La variación de apenas dos o tres grados produciría el aniquilamiento de especies sensibles a los más mínimos cambios climáticos. Si la temperatura promedio subiera ocho o diez grados, la vida se haría insoportable en la mayor parte del planeta, durante estos novedosos e intensos veranos.
Si a todo esto sumamos el poco interés de parte de la población sobre el problema, la situación luce más alarmante todavía. Hoy día roban la atención de las jóvenes y adultos, y de los medios de comunicación, temas como el deporte, la farándula, el horóscopo, los chismes, los videojuegos, las conversaciones baladíes en redes sociales y otros, y se les dedica muy poco tiempo y espacio a un tema tan vital como es la ecología.
Ya para finalizar diremos que, además de los gigantescos pasos dados por la medicina en apenas 150 años, como vimos en nuestro trabajo anterior, no debemos olvidar el papel de la mecanización del campo en la explosión demográfica del s. XX., la cual proporcionó alimento a miles de millones de personas, echando por tierra la teoría maltusiana, tan conocida por su enunciado: “mientras la población crece en progresión geométrica, los medios de subsistencia lo hacen de forma aritmética”, con esa especie de premonición, de que llegará el momento en que la población no podría obtener recursos suficientes para subsistir debido a una gran escasez de alimentos. Pero de ello hablaremos en nuestra cuarta y última entrega de esta serie, que dedicaremos a la burbuja del clima o burbuja ecológica, donde abordaremos el tema de la revolución agroalimentaria y repasaremos el Ensayo sobre el principio de la población de Thomas Malthus, publicado en 1798, y veremos en qué se equivocó el austríaco y si en verdad erró en todo.
Sandor Alejandro Gerendas-Kiss
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