La velocidad instantánea del «pensamiento» cibernético no es comparable con nada ni nadie. Hemos leído que los robots ganan casi todos los juicios en que participan. Que prácticamente no hay match de ajedrez que pierda una máquina. Que con la IA se podrá escribir una novela en minutos. Que es relativamente fácil con la IA copiar libros, manuales, novelas, poesías, trabajos de grado, convertir novelas en guiones de películas, etc. Incluso ya es posible copiar el aspecto y la voz de una persona sin que su propia madre pueda distinguir cuál de los dos es su hijo.

Pero el tema que hoy quiero abordar es que los robots pronto podrían realizar cualquier actividad que ejercen los humanos, y en un escenario teórico pudieran dejarnos sin empleo a todos. Hoy mismo existe un conflicto serio de guionistas y escritores en Hollywood, en huelga por salarios y temor a la Inteligencia Artificial. Para los seres humanos es imposible competir con la velocidad de estos portentos, a menos que se nos implante un chip en el cerebro a cada uno. Pero para los robots tampoco es posible monopolizar todas las labores. De esto trato en el presente artículo.

¿Pudiera un bibliotecario servir una solicitud de un afiliado a la velocidad de Google? Mientras localiza un solo libro, el maravillosos y útil buscador habrá servido millones de respuestas a los requerimientos de sus usuarios en tiempos cercanos a la instantaneidad, y simultáneamente en casi todos los países del globo terráqueo. El buscador, «que lo sabe todo», ha sacado del mercado a los más famosos, voluminosos y completos diccionarios y enciclopedias que se venían usando por décadas y hasta siglos, dejándolos fuera de competencia. Mi bellísima Enciclopedia Británica de 1995, de 30 tomos, no la he botado (nadie la quiere ni gratis), porque le sirve de decorado a mi biblioteca. Como nota curiosa, aún no aparece en sus páginas la palabra «internet».

Sin lugar a dudas la IA se impondrá, pues no será fácil legislar para frenarla. La historia demuestra que el avance de las tecnologías es indetenible. Caso notable es la irrupción del ferrocarril en Estados Unidos. Los dueños de tierras y otras personas aseguraban que el tren sería imposible de implementar, porque se debían sembrar decenas de miles de millas de rieles en millones de terrenos de propiedad privada. Aquello era como profanar lo más sagrado de la esencia capitalista. Sin embargo, el tren se impuso, y desde entonces recorre toda la geografía del país.

¿Cuáles son las contradicciones de la IA? Pues que en un escenario teórico, si la IA desplazara a todos los obreros, agricultores, empleados y profesionales del mundo, surge la pregunta: ¿Quiénes serían los consumidores? ¿A quiénes les venderían los millones de bienes y servicios que escupirían las ultra rápidas y ultra automatizadas fábricas, factorías agropecuarias, hoteles, restaurantes, farmacias y afiliaciones a los servidores de películas tipo Netflix, si todos nos habremos quedado desempleados?

El juego quedaría trancado, tanto para los productores como para los consumidores. En una de mis novelas de clima ficción, que escribí hace diez años, a uno de los reinos le ha sucedido lo antes narrado. Nadie trabaja. Todos permanecen acostados en pequeñas covachas. Cada mes el reino les transfiere un dinero con la finalidad de que puedan consumir y pagar sus impuestos para evitar el colapso del sistema. ¿Llegaremos a esto? ¿Se abrirán las puertas a las negociaciones? ¿Se resolverán las contradicciones de la Inteligencia Artificial?

Se aceptan respuestas.

Sandor Alejandro Gerendas-Kiss
Editor de SGK-PLANET
Email: sagerendask@gmail.com