Cada año los incendios de vegetación ocupan mayor centimetraje en los medios de comunicación. Y no es para menos. Junto con las emisiones de gases de efecto invernadero y la extinción de especies, los incendios forestales se han convertido desde décadas en una de las grandes amenazas al sistema climático de la Tierra y por ende a la vida que se desarrolla en ella.

Estos incendios, algunos de grandes proporciones, se caracterizan por su enorme capacidad destructiva al diezmar selvas, bosques, urbanizaciones y provocar el desplazamiento de miles de humanos y la muerte de gran cantidad de animales. Entre sus efectos dañinos también está la contaminación del aire en lugares cercanos y lejanos.

Para este artículo hemos seleccionado tres regiones: Australia, Brasil y California, debido a sus características comunes como la voracidad y frecuencia de sus incendios forestales, pero también las diferencias entre las causas y naturaleza de sus fuegos.

La alteración de la cobertura vegetal es uno de los nueve límites de la Tierra, establecidos por Johan Rockström y Will Steffen, junto con un equipo  de científicos del Centro de Resiliencia de Estocolmo, entre 2009 y 2015. Se trata de “una lista con nueve límites del planeta que serían sumamente peligrosos de traspasar, cosa que ya se ha producido en el caso de cuatro de ellos”, según informe de la Unesco. Entre estos cuatro límites se encuentra la alteración de la cobertura vegetal, lo cual indica la importancia y gravedad del asunto que hoy trataremos. Los dos principales factores de esta alteración son la deforestación y los incendios de vegetación. Este último es el tema que aquí abordamos.

Australia, incendios extensos y mortíferos para la fauna

Si bien es cierto que en Australia siempre han existido incendios forestales, los fuegos iniciados en 2019 se mantuvieron hasta bien entrado 2020, superando fenómenos similares en décadas anteriores.

La extensión de los incendios fue tan grande, que arrasó superficies mayores a la de Costa Rica, o Dinamarca y Holanda juntos. Solo en Nueva Gales del Sur se quemaron más de cuatro millones de hectáreas, cifra que supera a los incendios ocurridos en 2018 en California de 1.8 millones de hectáreas, y recientemente los del Amazonas en 2020, equivalente a 900 mil hectáreas, según señala Vitalis.net.

Los científicos afirman que la causa principal de los incendios en Australia se debe al calentamiento del planeta, que en 2019 marcó temperatura récord, con promedio de 41.9 ºC y picos cercanos a los  50 ºC.

En 2007 el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF) informaba sobre el impacto de la eliminación de la vegetación y deforestación en el estado australiano de Nueva Gales del Sur.

El ambiente cálido prepara el terreno a los grandes incendios año tras año. La sequía extrema, debido a las altas temperaturas convierten la vegetación en el combustible ideal para los más variados iniciadores de fuegos.  Entre estos las tormentas eléctricas y los cables de electricidad son los más frecuentes.

Los incendios de Australia, entre 2019 y 2020, fueron una sucesión de igniciones que se desarrollaron en grandes territorios del país, entre Junio de 2019 hasta Mayo de 2020. Según Wikipedia, los incendios arrasaron  cerca de diez millones de hectáreas, destruyeron más de 2.500 edificaciones y causaron cerca de treinta víctimas, en una de las peores temporadas de incendios recordadas, aunque los fuegos de 1974-1975 consumieron 117.000.000 de hectáreas. Se estima que mil millones de animales se afectaron por los incendios. La cifra no incluye insectos ni otros invertebrados vitales para los bosques.

Brasil y sus incendios intencionales

Después de que los devastadores incendios en la Amazonía brasileña fueron noticia en todo el mundo, por largas semanas durante el año pasado, ahora se han vuelto a disparar las alarmas. En julio de 2020 se registraron 6803 incendios contra 5318 en julio de 2019, un incremento del 28%, tal como informó el Instituto Espacial Nacional de Brasil. Todo esto agravado por el coronavirus, que ha desviado la atención sobre lo que está ocurriendo en el Amazonas.

Esta cifra nos da un promedio de casi 230 incendios diarios, la mayoría provocados para limpiar tierras a a ser dedicadas a la agricultura, la ganadería y la minería de forma ilegal. El Instituto Espacial informó, además, que tan solo el 31 de julio se registraron 1000 incendios. ¡Mil en un solo día! Apenas un mes antes de escribir este artículo.

El Amazonas es una selva tropical lluviosa, cuya humedad originaria no permitía ningún tipo de incendio. Pero, lamentablemente, va por el mismo camino que la selva tropical de Borneo. Los grandes bosques del sudeste asiático vienen sufriendo una deforestación hostil desde la década de los 1970s, al punto que en su zona de influencia se ha dado un cambio climático local. Hay expertos que sostienen que los incendios de Australia, en parte, se originaron por la tala de los bosque de Borneo, a más de tres mil kilómetros de distancia. Borneo es la tercera isla más grande del mundo, compartida por Indonesia (72,6 %), Malasia (26,7 %) y Brunéi (1 %).

En el caso del Amazonas, si la deforestación y los incendios continúan a este ritmo, ello traería consecuencias mucho más graves, puesto que la gran selva sudamericana es diez veces mayor que la selva de Borneo. Por su tamaño es considerado el pulmón del mundo. Su destrucción traería situaciones difíciles de imaginar en todo el planeta.

Las selvas lluviosas tropicales desempeñan un rol clave en el ciclo del agua, debido a que son grandes reservorios de humedades y redes hidrológicas. Las plantas liberan agua de sus hojas durante la fotosíntesis, con lo cual añaden gran cantidad del vital líquido a la atmósfera. El continuo ciclo de evaporación, formación de nubes y precipitaciones contribuye a mantener la cobertura vegetal en las propias selvas y en amplias zonas de influencia, evitando la sequía, la escasez de agua y la desertificación.

En el caso de la selva del Amazonas, con sus siete millones de Km2, las lluvias no solo riegan sus bosques sino gran parte del continente sudamericano, entre ellas la cordillera andina y las pampas argentinas. La Amazonía es compartida por nueve países, de los cuales 60% corresponde a Brasil. La deforestación del Amazonas brasileño es de vieja data, y lo han practicado todos los gobiernos desde el siglo XX.

El Amazonas es además uno de los mayores sumideros de carbón del mundo. Sabemos que los árboles producen oxígeno, elemento vital para la mayoría de las especies, y a su vez absorben dióxido de carbono (CO2) el mayor componente de los gases de efecto invernadero, causantes del calentamiento global y su consecuencia el cambio climático. Durante la fotosíntesis, proceso que realizan los árboles y gran parte de las plantas, éstos absorben y almacenan CO2, el cual se fija en sus raíces, troncos y hojas en forma de carbono. Las plantas toman oxígeno del aire y reingresan CO2, pero el balance final positivo a favor de la extracción de CO2 de la atmósfera. La capacidad de absorción es proporcional al tamaño, densidad y cantidad de plantas y árboles presentes en un bosque.

SGK-PLANET, en su Magazín Climático, todo sobre el Amazonas, ha documentado gran cantidad de información sobre la selva sudamericana, para que nuestros seguidores puedan conocer cómo funciona esta gigantesca maquinaria bioquímica. Mediante ese trabajo hemos identificado doce factores con los que se está destruyendo nuestra imprescindible Amazonía.

California: incendios forestales en continuo incremento

California, Estados Unidos de Norteamérica, siempre ha sido propenso a los incendios forestales. Sin embargo, desde la década de los 1980s la extensión e intensidad de los fuegos se han multiplicado, una tendencia que por ahora no parece dar marcha atrás. Según National Geographics, 15 de los 20 mayores incendios han ocurrido desde el año 2000. Desde los 1970s la superficie quemada de California se ha quintuplicado. El área arrasada durante el verano de 2018 fue ocho veces superior al promedio anual de los 1970s.

Según los científicos la causa principal de este incremento es el cambio climático. El aire más caliente produce sequía lo cual hace que los árboles y otras plantas ardan con mayor facilidad. En el último siglo la temperatura de California ha aumentado cerca de 1,6 ºC, mayor al promedio global de 0,5 ºC.

Los grandes incendios que han devastado dicho estado en los últimos años han ocurrido en otoño, tras largos y cálidos veranos que absorben la humedad de la vegetación antes de que comiencen las lluvias. Debido al retraso de las precipitaciones, que llegan en noviembre e incluso diciembre, se ha ampliado la temporada de incendios en 75 días en las últimas décadas. Las estaciones secas, aunado a los vientos de la temporada, han hecho que las llamas se propaguen con fuerza y sean difíciles de controlar.

Esta situación cíclica ha producido millones de árboles muertos que se han convertido en una enorme fuente de combustible para los incendios. Esta es la causa principal por la que los fuegos han adquirido mayor voracidad y extensión en tiempos recientes, además de dificultar cada vez más su extinción.

La sequedad extrema de la vegetación abre un abanico de causas de incendios en California. Una colilla encendida, un pedazo de vidrio, una fogata mal apagada, un acto intencional de un piromaníaco, son solo algunos de los múltiples orígenes de estos grandes fuegos originados por humanos.

Según información de la Agencia EFE, del 19-08-2020, California ha sido afectada en los últimos días por 10.800 rayos, caídos en apenas tres días, causando unos 367 nuevos incendios, según el Departamento de Silvicultura y Protección contra Incendios del estado.

En 2019, la caída de cables y transformadores suspendidos sobre zonas boscosas, por efecto de los fuertes vientos, fue el origen de uno de los dos incendios más mortíferos de este siglo en California. Las chispas de los conductores eléctricos caídas sobre la vegetación seca son una de las causas más frecuentes de los incendios en California. La empresa proveedora del servicio ha tenido que recurrir en muchas ocasiones a cortes eléctricos preventivos, afectando a miles de hogares y millones de personas.

2017-2018. “California lleva cinco años en situación de sequía”, según Steve Kaufmann, portavoz de Cal Fire, el Departamento Forestal y Protección de Fuegos de California, citado por el diario El País del 19 de noviembre de 2018. Kaufman informaba que en el condado de Ventura se vivió el incendio más grande de la historia del Estado, que sería superado solo ocho meses después. “Para dar una explicación sencilla: en esta zona de California no ha llovido desde hace 214 días”. La tierra en la zona de Paradise, situada al pie de la Sierra Nevada, en el Valle de Sacramento, es extraordinariamente seca. El fuego catastrófico causó 76 muertos, más de 1.200 desaparecidos y 12.000 edificaciones destruidos.

Conclusiones

Las tres regiones que hemos tratado son apenas un muestrario, un ejemplo de lo que está ocurriendo en la Tierra. Existen otras naciones y territorios que tienen grandes incendios como el Ártico, China, Canadá, Chile, España, Grecia, Indonesia, Italia, Portugal, República del Congo, Siberia y Sudáfrica.

Por su gravedad, esta situación no se puede reducir solo a titulares de medios o a la noble labor de los bomberos. En estos países se desatan incendios todos los años y lentamente van degradando los suelos del planeta. Lo peor es que lejos de disminuir, los fuegos van aumentando cada año en extensión e intensidad.

Esto que está ocurriendo delante de los ojos de quienes vivimos en este planeta azul, es grave. Si no se ataca el problema de fondo, estos fuegos van a tener un efecto altamente destructivo, que involucrará mayor incremento de la temperatura mundial, escasez de agua y globalización de la sequía.

La deforestación y los incendios pueden concluir en la desertificación de la Tierra, con pérdidas de cosechas, escases de alimentos, hambre y sed global. El caos medioambiental, si no se toman los correctivos a tiempo, adquirirá nivel de pandemia, pero causará muchas más calamidades que la actual  pandemia viral.

Sandor Alejandro Gerendas-Kiss

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