Los relatos aquí referidos son hechos reales e insólitos, muy bien documentados, ocurridos entre 1515 y 1545, que equivalen a un pequeño laboratorio, muestra de lo que hoy está sucediendo a gran escala en la Tierra.
Pocas personas saben lo que es Cubagua, salvo nosotros los venezolanos, y aun así la mayoría desconoce los hechos que allí ocurrieron hace 500 años. Cubagua es una isleta ubicada al noreste de Venezuela, muy cerca de las costas de oriente, forma parte del grupo insular Margarita, Coche y Cubagua, descubierto por Cristóbal Colón, en 1498. Sus apenas 6 Km de largo por 4 Km de ancho, su carencia de agua dulce y yermo suelo, en nada se compadecían con su importancia económica, debido a la inmensa cantidad de ostrales de espléndidas perlas que escondía bajo sus aguas, la riqueza más codiciada al momento, tan apreciada como el oro en esa época, puesto que el abundante dorado metal del imperio Azteca sólo aparecería ante los ojos europeos en 1519 y el del inca en 1532.
A partir de 1523 muchos pobladores de La Española y prominentes empresarios de Europa y España se trasladaron a Cubagua, trayendo consigo a sus familias. De la noche a la mañana floreció Nueva Cádiz, una elegante urbe de “calles rectas y bien trazadas”. La principal de ellas exhibía trescientos metros de longitud. Algunas casas eran lujosas, “altas y torreadas”, construidas de piedras, con espaciosos almacenes y muelles, tan bien fabricados como si aquel recurso perlero sería infinito y la ciudad pensada para mil años.
La intensidad de la explotación de los placeres perlíferos, entre 1520 y 1525, fue tal que se declararon diez mil marcos de perlas, equivalentes unas 2,27 toneladas. En esa época no se tenía noción sobre el ciclo de reproducción de la madreperla y no se decretó veda alguna para concederles una tregua para reproducirse. 1527 fue el año de mayor extracción, con casi 1,4 toneladas declaradas. Desde entonces la producción cayó en picada. Entre 1537 y 1540 se declaró una media inferior a 12 kilos de perlas anuales.
En 1530 dos calles de Nueva Cádiz ya estaban despobladas; en 1532 se discutió la posibilidad de trasladar la ciudad a tierra firme, al año siguiente solicitaron al juez de residencia pasar a Margarita; en 1537 esta misma solicitud se formaliza al emperador y en 1539 varios “señores de canoas”, los dueños de las pesquerías, obtuvieron permiso de la Corona para trasladarse al Cabo de la Vela, una pequeña ensenada ubicado en la actual Guajira colombina. Las canoas iban tripuladas por quince o veinte indios y extraían diariamente entre seis y siete marcos de perlas, en promedio el doble de lo que sacaban en Cubagua. La actividad también allá decayó rápidamente, aunque no sólo por el agotamiento de las madreperlas sino por la actitud beligerante de los indios guajiros.
Bastaron menos de 20 años para esquilmar una obra formada durante millones de años por la naturaleza. A partir de 1545 ya Nueva Cádiz era un cementerio. Las enormes, robustas y elegantes construcciones, pensadas para un milenio, quedaron solas en menos de dos decenios, como mudos testigos de la gran depredación hecha por unos exóticos seres llamados homo sapiens-sapiens, algo así como los “hombres sabios que piensan”.
Pero aquellos hombres no pensaron en el futuro, así como tampoco piensan algunos humanos de la actualidad, como esos que a toda velocidad van talando los árboles de las selvas de Borneo y Amazonas, sin reflexionar que son los dos más grandes pulmones del mundo. Miles de veces se ha repetido que ese regalo que nos obsequió la naturaleza son los purificadores del aire de todo el planeta, pero al igual que hace quinientos años, todo indica que, al ritmo que va la destrucción, en menos de cien años las magníficas selvas se convertirán en desiertos y, si estas mega depredaciones no se detienen, los humanos de entonces asistirán a la mayor catástrofe planetaria jamás imaginada.
Pero lo que pasa en Amazonas y en Borneo, con el arrase de sus prolíficos ecosistemas, no sólo sucede en estas privilegiadas selvas con todas sus especies, muchas ya en fase terminal. También los océanos se están despoblando, como sabemos por noticias de la rápida disminución de ballenas, peces y otras especies “comestibles”, que puede devenir en un desequilibrio biológico de grandes proporciones. Es posible que, debido a su complejidad, la ciencia no tenga respuesta ni esté en capacidad de construir un modelo que permita anticipar el futuro.
En conclusión, vale la pena recalcar que Cubagua, con su temprana catástrofe ecológica, su pequeño tamaño, su única especie valiosa y abundante, y a la velocidad con que fue extinguida su población de madreperlas, puede servir de ejemplo para que comprendamos el problema de las extinciones en toda su magnitud y significado. Debido a su simplicidad, el Caso Cubagua puede tomarse como una Unidad de Comprensión y Medida para entender y cuantificar la extracción intensiva y desmedida de recursos naturales de nuestro planeta por parte de los humanos.
Sandor Alejandro Gerendas-Kiss
Nota:
El historiador Enrique Otte realizó una obra monumental, un libro de 620 páginas, muy bien documentado sobre Cubagua y lo que allí sucedió, que puede ser útil para un estudio en profundidad.
Fuentes
Otte, Enrique, (1977), Las perlas del Caribe: Nueva Cádiz de Cubagua, Caracas, Venezuela: Fundación John Boulton.
Gerendas-Kiss, Sandor Alejandro. (2015) Historia Colonial de Venezuela. El nacimiento de un país. 1506-1561. Recuperado dehttps://sgkplanet.com/el-nacimiento-de-un-pais
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