Ha transcurrido un año de COP-15, Copenhague 2009. Acaba de concluir COP-16, Cancún 2010. Dentro de un año presenciaremos COP-17 Durban, 2011. El tiempo vuela a la par que se acelera el deterioro del planeta. ¿Tendremos suficiente tiempo para ganarle en velocidad a la Madre Tierra?
No es fácil saberlo porque como se sabe no hay experiencias previas a la mano. No estamos al corriente de cómo ni cuándo sucedería, pero pudiéramos pasar de calentamiento global a catástrofe global. Tampoco podemos anticipar la velocidad con que se precipitarían los acontecimientos sobre la base de esta hipótesis, pero si se diera el caso hasta pudiera concluir con la vida en el planeta. Sobrevendría el apocalipsis. Sin embargo, no debemos ser tan pesimistas. Durante y después de esta última COP (Conferencia de las Partes) se oyeron voces disonantes, pero en términos ponderados se percibió mayor optimismo que un año antes.
Felipe Calderón entre muchas otras afirmaciones dijo: “el espíritu de Cancún permitirá vislumbrar nuevos horizontes en la tarea común de preservar sano y salvo de esta amenaza causada por el hombre a nuestro planeta común”. El primer mandatario de México también indicó: “si no empezamos a actuar ahora, si no hacemos a un lado las excusas, los pretextos y los argumentos que nos impiden actuar con determinación, esto nos dañará a todos y condenará a algunos países, en especial a las naciones insulares, a su desaparición”, y como político al fin, y en su condición de presidente anfitrión, concluyó diciendo: “hoy, gracias al esfuerzo y a la buena voluntad de ustedes, señoras y señores delegados, la confianza ha vuelto, la esperanza ha vuelto, y con ello las posibilidades amplias de alcanzar acuerdos internacionales en el combate al cambio climático y, me atrevo a decir, en muchas otras materias que también requieren confianza y que también requieren esperanza, de nuestros problemas globales”.
En contraste a sus palabras, el escritor brasileño Leonardo Boff declaró a La Jornada: “Los que están reunidos en el Moon Palace solo piensan en la economía, no en la madre tierra a la que consideran un baúl lleno de recursos del que se pueden sacar muchas cosas. No quieren aceptar que las sequías, las inundaciones, las temperaturas extremas son muestra de que la Tierra está enferma”.
Bolivia fue el único, entre los 194 países participantes, que no suscribió los acuerdos de Cancún. Su orfandad levanta sospechas sobre la siembra de protagonismo político de su presidente, quien, gracias a ello ya ha cosechado la reproducción de su fotografía en la mayoría de los medios mundiales. Los bolivianos argumentaron: “Bolivia llegó a Cancún de buena fe, con propuestas concretas, buscando soluciones justas y dispuestos a ceder en muchas cosas, salvo la vida de los pueblos del mundo”. El propio presidente Evo Morales, concluida la Conferencia, lanzó la siguiente amenaza: “desde el momento en que uno, dos o diez países no aceptan un documento, ese documento es inválido, pero la Conferencia aprobó el texto sin respetar los procedimientos de la convención marco sobre los cambios climáticos, y por tanto el Estado Plurinacional va a hacer una demanda ante la Corte Internacional de la Haya”.
George Soros se muestra pesimista sobre el cumplimiento financiero de los acuerdos. En un artículo escribió: “las negociaciones han adquirido un aspecto cada vez más irreal. Actualmente, la disputa gira en torno de cómo cumplirán los Gobiernos con la obligación de aportar 100.000 millones de dólares anuales de aquí a 2020 para ayudar a los países en desarrollo a afrontar el cambio climático, en vista de que ni siquiera se puede sacar adelante sin malabarismos de prestidigitador el fondo de 10.000 millones de dólares mediante tramitación acelerada”.
Más dramáticas fueron las aseveraciones de Kumi Naidoo, director ejecutivo de Greenpace, quien declaró: “(…). Este acuerdo así como está significa cuatro grados más de calentamiento (…). Es patético que la comunidad internacional luche tanto para saltar un obstáculo tan bajo”.
WWF, World Wide Fund for Nature, el Fondo Mundial para la Naturaleza, reconoce “el importante trabajo realizado por la presidencia mexicana durante la Cumbre, que ha permitido unir a los gobiernos en los temas más controvertidos, creando una atmósfera de negociación, inclusiva y eficiente. Esta actuación ha ayudado a recobrar la confianza en la posibilidad de lograr un acuerdo dentro de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático, algo fuertemente cuestionado antes del comienzo de la reunión. Sin embargo, los negociadores tienen todavía mucho por hacer en los próximos meses para asegurar un acuerdo global en Durban, Sudáfrica”.
Esto “sin embargo” de WWF es lo que nos va a mostrar a un año vista los verdaderos alcances y la sinceridad de los acuerdos tomados, porque como dijimos al principio, el tiempo vuela y el planeta no espera. Dentro de doce meses, cuando Durban ya nos haya alcanzado, y comprobásemos que los acuerdos de Cancún se han convertido en papel mojado, es decir, que las buenas intenciones se la ha llevado el viento, entonces la humanidad sí que tendrá que encender las campanas de alarma. Si no logramos adquirir la velocidad y dirección necesarias, ajustadas al tamaño de las circunstancias, nos vamos a quedar atrás y cuando tengamos el agua al cuello quizás ya sea tarde.
Sandor Alejandro Gerendas-Kiss
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