Hace cuatro años, cuando publicamos nuestro set de «Preguntas frecuentes acerca del Acuerdo de París», en la marcada como número siete preguntamos: ¿Cuáles son los peligros que pueden afectar el Acuerdo de París? Como repuesta colocamos 11 causales que pudieran implosionar el acuerdo climático. Una de ellas dice: «una guerra generalizada que distraiga a los gobiernos de la lucha contra el cambio climático».
Hoy día, la tan temida guerra, aunque por ahora no generalizada, es una realidad que entra todos los días en nuestras casas. A través de las imágenes hemos visto los horrores, crueldades y amenazas que sufren los hombres, mujeres y niños de Ucrania.
¿Pudiera la guerra en Ucrania distraer a los gobiernos de la lucha contra el cambio climático?
La preocupación sobre la guerra en Ucrania con respecto a la distracción de los gobiernos de la lucha contra el cambio climático quedó claramente expresada por Antonio Guterres, en el marco de la recién celebrada Cumbre de Sostenibilidad de The Economist, Londres:
«La pandemia, la guerra en Ucrania y la falta de voluntad política socavan los esfuerzos por frenar el calentamiento de la Tierra. Los planes de reemplazar los energéticos rusos con cualquier alternativa disponible pueden impulsar la destrucción, y urge a no abandonar la meta de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5° Celsius para fin de siglo». El secretario general de la ONU fue enfático al aseverar: «La guerra en Ucrania amenaza con dinamitar los acuerdos del clima de París y Glasgow». Guterres explicó «que las medidas a corto plazo que tomen las grandes economías para satisfacer esa escasez con las opciones disponibles suponen el riesgo de crear una dependencia de los combustibles fósiles a largo plazo, cerrando la posibilidad de limitar el aumento de las temperaturas globales a 1,5°C para fin de siglo con respecto a los niveles preindustriales».
Todo indica que, por un tiempo indefinido, transitaremos en contravía a las prescripciones del Acuerdo de París. Así las cosas, cabe preguntar: ¿Qué hacer entonces?
- ¿Seguir comprando gas a Rusia?
No se debería en las actuales circunstancias, y en cualquier caso tampoco en el mediano plazo, ya que el esfuerzo se tendría que orientar hacia la producción de energías renovables.
- ¿Reactivar las minas de carbón?
No es conveniente, a menos que sea por un corto plazo, durante la presente emergencia climática, ya que el carbón es el combustible más contaminante del planeta.
- ¿Construir nuevos reactores atómicos y reabrir las existentes?
Si algún país va a invertir dinero en esto sería deseable que lo hiciera en la construcción de electrolizadores para producir hidrógeno verde, que se perfila como la energía estrella de la transición energética.
Los gasoductos de Putin
Para Putin el suministro de millones de metros cúbicos de gas al año hasta ahora ha sido un negocio muy fácil. Solo tenía que sentarse en su butaca, dejar que el gas fluyera por sus gasoductos y esperar chorros de euros de vuelta. Esta situación, sea como sea, ya no volverá a su estatus anterior a la guerra.
Hace unos años corría entre la gente del petróleo un chiste, bastante cercano a la realidad: Alguien pregunta ¿cuál es el mejor negocio del mundo? Respuesta: una empresa de hidrocarburos bien administrada. ¿Y el segundo mejor negocio? Una empresa de hidrocarburos mal administrada. Bien o mal administrada, ese fue el negocio que aprovechó Putin durante largos años.
Las críticas hacia Ángela Merkel
Ángela Merkel está siendo criticada por su afán de impulsar el suministro de gas ruso para Alemania. Quizás sus detractores ignoran la historia y motivación que hay detrás de ello, tal como explicamos en otro de nuestros artículos, publicado en 2019: «¿Puede enfrentar la multiplicación de gasoductos en Europa el Acuerdo de París?». En esa oportunidad señalamos que Rusia era un proveedor de vieja data de gas natural para Europa, cuya historia se remonta a la época de la Unión Soviética, desde mediados de la década de 1980. En aquellos tiempos se puso en funcionamiento el gasoducto siberiano que, tras recorrer casi cinco mil kilómetros, desembocaba en Alemania.
Luego de la disolución de la URSS los negocios entre Berlín y Moscú continuaron, al igual que el suministro de gas ruso a Alemania y a Europa. Esto es lo que ha aprovechado Rusia para llenar sus arcas de euros y dólares durante décadas. Sin embargo, poca gente intuía que el negocio de Putin tenía su talón de Aquiles. Más bien se criticaba a Europa por su excesiva dependencia del gas ruso y el peligro de que el combustible pudiera ser utilizado como arma de guerra por Rusia. Pero el gasoducto ha resultado un arma de doble vía y es a Putin a quien presuntamente pudiera salirle el tiro por la culata, ya que Europa pudiera estar determinada a no seguir comprando el combustible a Rusia y buscar proveedores y fuentes de energía alternas.
Vale la pena acotar que el gas natural es un hidrocarburo de origen fósil, contribuyente al efecto invernadero. Su principal y casi único componente es el metano. Este gas se encuentra en la atmósfera en una proporción 220 veces menor que la del dióxido de carbono, pero su potencial de calentamiento global es 23 veces superior.
Es justo reconocer que la excanciller, durante su larga gestión, fue una gran impulsora de la transición energética hacia los combustibles renovables. No es poca cosa haber cerrado las minas de carbón, aunque el país mantiene varias minas a cielo abierto de lignito, un carbón mineral con el que mueve un tercio de su industria eléctrica. De las 17 centrales nucleares que Alemania tenía ya solo quedan operativas tres, que serán cerradas para finales de 2022. Además, dos de sus proveedores importantes de petróleo tienen proyectado reducir su extracción. Holanda iniciará la reducción a partir de esta año (2022) y piensa detenerla en 2030 para cumplir con el Acuerdo de París. Noruega, por la misma razón producirá menos cantidad en el futuro. La sumatoria de estas tres acciones proyectaba un importante déficit energético para Alemania.
Esta situación obligó al país a incrementar sus compras de gas ruso, origen de los gasoductos Nordstream y Nordstream II, dos sistemas de dos tubos cada uno, cuyos ramales corren lado a lado a través de 1.224 kilómetros de tuberías submarinas por el fondo del más Báltico. Poseen una capacidad para transportar 55 millones de metros cúbicos de gas por tubo por año. Nordstream II no ha sido autorizado para entrar en funcionamiento. Esta dependencia de Alemania del gas ruso está supuesta a ser una medida temporal mientras el país avanza en su transición energética hacia cero combustibles fósiles, y así poder cumplir con el Acuerdo de París.
La transición energética está en plena marcha
Ya para finalizar, hay que decir que la energía solar, la energía eólica, la electromovilidad y el hidrógeno verde, bases de la transición energética, están en plena marcha y cada vez tienen mejor forma y más fuerza.
Más temprano que tarde la energía renovable se impondrá y el Acuerdo de París y la humanidad saldrán adelante. Llegado ese momento, los hidrocarburos solo podrán verse en las enciclopedias y en los libros de historia, tal como nosotros vemos la máquina de vapor hoy día.
Sandor Alejandro Gerendas-Kiss
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