Al momento que escribo esto, mediodía del 9 de marzo de 2020, según la hora del este de los Estados Unidos, la temperatura en Nueva York es de 17 ⁰C, en Londres 10 ⁰C y en Moscú 7 ⁰C, niveles inverosímiles para esta fecha. Es asombrosa la tibiez del invierno boreal de 2019-2020, pero más asombrosa es la casi nula información sobre esta anomalía.
En ambos continentes la situación es similar, es decir, el desfase de la temperatura es en gran parte del hemisferio norte. Por ejemplo, en la habitualmente fría Londres el termómetro casi no ha tocado los cero grados a lo largo del invierno. La temperatura, en este periodo, se ha movido alrededor de los 7 ⁰C, un nivel demasiado alto para la época. Ni en Nueva York, Londres o Moscú, tres ciudades recordadas por sus hermosos paisajes blancos durante el invierno, ha nevado con la frecuencia e intensidad acostumbrada durante la estación más fría del año.
En mi búsqueda por internet me entero de que la nieve fue la gran ausente en la temporada helada en Moscú, donde el invierno suele ser muy frío y con grandes nevadas, especialmente en enero y febrero, como reseña Sputnik en su artículo del 7-3-2020: Moscú vive un invierno con récords y sin nieve. En la capital rusa la nieve alcanza habitualmente espesores mayores de 30 cm en enero, sin embargo este año apenas llegó a 7 cm.
Según el medio ruso, “Al final de mes, el Centro Hidrometeorológico de Rusia informó que la temperatura promedio de la capital batió un récord histórico y lo sobrepasó en 9,2 grados, tomando como base las mediciones realizadas desde el año 1879”. También informa que otras 70 ciudades rusas han experimentado el mismo fenómeno y marcado el mismo récord. “Un invierno cálido tras un verano de incendios forestales”, ocurridos unos meses atrás en extensas regiones rusas, “y aunque la situación no estuvo nunca tan fea como en Australia o la Amazonía los incendios masivos arrasaron los bosques de vastas zonas del país”.
Esta última acotación de Sputnik asoma una posible relación del invierno cálido con los grandes incendios del año pasado, es importante tenerla en cuenta. No debe dejarse pasar por debajo de la mesa.
Un récord de 9,2 ⁰C en menos de un siglo y medio, tiempo insignificante en la escala geológica, equivale a un gravísimo accidente climático, que ojalá no tenga continuidad durante el próximo verano. Este incremento es un salto cualitativo gigantesco que debería disparar las alarmas a escala planetaria, así como lo está haciendo la pandemia del coronavirus. No obstante, el invierno cálido, que aún no ha terminado, ha sido manejado con un bajísimo perfil por los medios del mundo.
Un aumento de temperatura promedio de casi 10 °C no es fácil dejar de relacionarlo con el cambio climático. De momento se trata de un calentamiento hemisférico importante e inesperado. Sin embargo, debemos ser cautelosos, seguir observando y no sacar conclusiones a la ligera. De pronto nos sorprende una tormenta helada en mayo, aunque también ello encajaría en la definición del cambio climático.
Sandor Alejandro Gerendas.Kiss
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