No existen evidencias sobre la relación entre huracanes y el calentamiento global, pero sí hay sospechas basadas en hechos ciertos
Hay opiniones encontradas acerca de la relación entre el calentamiento global y los huracanes. Hasta ahora no se ha hallado una evidencia para sostener dicha relación. Cada vez que sucede un fenómeno extraordinario que se cree relacionado con el cambio climático, sale a relucir algún hecho precedente, muchas veces ocurrido hace 50, 100 o más años, cuando el calentamiento global, principal factor de la modificación del clima, no era un tema. Sin embargo, con el reciente huracán Irma (sep-2017), sí se produjo un hecho que nunca había ocurrido. Por primera vez un ciclón adquiría categoría 5 en el océano Atlántico, antes de llegar al Caribe. Como si fuera poco, el fenómeno se repetía en el mismo mes por intermedio del huracán María. Esta dupla inédita de huracanes categoría 5 en el Atlántico ha levantado sospechas que la intensificación de los huracanes sí tiene que ver con al calentamiento global.
La opinión de autoridades científicas sobre la materia
El Laboratorio de Dinámica de Fluidos Geofísicos (GFDL), que trabaja en cooperación con la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), de los Estados Unidos, y cuya misión es “promover la comprensión científica del clima y sus variaciones e impactos naturales y antropogénicos, así como mejorar las capacidades predictivas de NOAA mediante el desarrollo y uso de modelos informáticos del Sistema Tierra”, sentencia que “es prematuro concluir que las actividades humanas -y en particular las emisiones de gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global- ya han tenido un impacto detectable en el huracán del Atlántico o la actividad ciclónica tropical global”.
Lo qué dicen estas autoridades sobre la intensificación de los huracanes en el futuro
Los institutos antes nombrados afirman que “el calentamiento antropogénico a finales del siglo XXI probablemente hará que los ciclones tropicales sean más intensos en todo el mundo (…)” y refieren a un modelo que proyecta para esa época un incremento ente el 2% y el 11%. Y añaden que “este cambio implicaría un incremento porcentual aún mayor en el potencial destructivo por tormenta, suponiendo que no se reduciría el tamaño de las tormentas”. Lo cual no son buenas noticias y obligan a fijar mayor atención al Acuerdo de París, y sobre todo a su estricta implementación.
En qué consiste un huracán y cómo se origina
Un huracán es un ciclón, un viento de gran fuerza que forma un torbellino y gira en grandes y veloces círculos. Para que un ciclón sea clasificado de huracán al menos debe tener una velocidad de rotación de 119 km/h o 74 mph. Por lo general un huracán se origina en las zonas tropicales y, desde su formación, en la mayoría de los casos, comienza a expandir su diámetro y velocidad. Estos ciclones se inician cuando una serie de tormentas eléctricas se desplazan sobre las aguas cálidas de los océanos. El aire caliente de la tormenta se combina con el calor de la superficie del agua y comienza a elevarse. Esto produce una baja presión en la superficie marina, y los vientos que circulan en direcciones opuestas hacen que la tormenta comience a girar. La elevación del aire cálido comienza a afectar la presión alta de las zonas más elevadas de la atmósfera, haciendo que dicha presión disminuya. Como consecuencia, el aire se eleva cada vez más rápido, atrayendo más aire cálido de la superficie del mar y absorbiendo aire más frío y seco de arriba, empujándolo hacia abajo. Al tanto que la tormenta se va desplazando sobre el agua, se va nutriendo de mayor cantidad humedad y calor. La velocidad del viento aumenta a medida que el aire va siendo aspirado por el centro de baja presión. Luego de un tiempo la depresión tropical se convierte en tormenta tropical y finalmente en huracán y se forma el ojo, un centro de vientos tranquilos, rodeado de una pared de vientos intensos y tormentas que producen grandes bandas de precipitaciones.
Diferencias entre una depresión tropical, una tormenta tropical, un huracán y un tifón
Una depresión tropical es un ciclón tropical con vientos de superficie sostenidos menores a 17 metros por segundo o 63 km/h o 39 mph. Una tormenta tropical es un ciclón tropical con vientos de superficie sostenidos mayores a 17 metros por segundo, es decir, mayores a 63 km/h o 39 mph. Para pasar a la categoría de huracán debe desarrollar una velocidad de al menos 119 km/h o 74 mph.
Origen y utilidad de la escala Saffir-Simpson
La escala de huracanes de Saffir-Simpson es una tabla que clasifica los ciclones tropicales según la intensidad del viento, desarrollada en 1969 por el ingeniero civil Herbert Saffir miembro de una comisión de la ONU. La escala consta de cinco niveles, basada en la velocidad de los vientos, relacionada, además, con los daños a edificios. Saffir cedió la escala al Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos. Un tiempo después, Simpson, director de dicho ente, mejoró la escala al añadirle efectos del oleaje e inundaciones. Sin embrago, la escala Saffir-Simpson no toma en consideración la cantidad de precipitación ni la ubicación de los vientos, lo que se traduce en que un huracán de categoría 3 que asole a una gran ciudad puede causar más daños que uno de categoría 5 que afecte a una zona descampada o poco poblada.
Escala de vientos Saffir-Simpson
Categoría 1: 119-153 km/h – 74-95 mph / Sin daños en las estructuras de los edificios.
Categoría 2: 154-177 km/h – 96-110 mph / Daños en tejados, puertas y ventanas.
Categoría 3: 178-209 km/h – 111-130 mph / Daños estructurales en edificios pequeños.
Categoría 4: 210-249 km/h – 131- 155 mph / Daños generalizados en estructuras protectoras.
Categoría 5: 250+ km/h – 156+ mph / Destrucción de tejados completos en algunos edificios.
Los pilotos, héroes anónimos que vuelan dentro del ojo de los huracanes
Para medir la velocidad de un huracán se utilizan aviones “cazadores de huracanes”, cuyos pilotos viajan al ojo del huracán y sueltan pequeñas sondas para realizar dichas mediciones. La NASA cuenta con aviones con autonomía de vuelo de más de 28 horas, que pueden elevarse hasta 18 km de altura, desde donde bajan al ojo de la tormenta para liberar dichos dispositivos. Estos son de forma cilíndrica, de unos 30 cm por 15 cm, que pueden medir una serie de valores además de la temperatura e intensidad del viento. Estos datos son recolectados por equipos instalados en las aeronaves, que van procesando la data y enviándola en tiempo real al centro Nacional de Huracanes para su publicación y ubicación en la escala Saffir-Simpson.
El método para elegir los nombres de los huracanes ha sufrido cambios a través del tiempo
A principios del siglo XIX se nombraban a los huracanes de acuerdo con el nombre del santo del día en que el ciclón manifestaba su mayor devastación. A finales del siglo XIX, el meteorólogo australiano Clement Wragge bautizó a una de estas tormentas con nombre femenino, aunque conservando solo nombres bíblicos. En 1953, en Estados Unidos decidieron elegir cualquier nombre, pero siempre de mujer. En 1979, la Organización Meteorológica Mundial y el Servicio Meteorológico de Estados Unidos, para evitar problemas con las feministas, decidieron alternar nombres femeninos y masculinos y así dieron por terminada la polémica sexista. Desde entonces cada año se prepara una lista, que se repite cada 6 años, en orden alfabético, iniciando cada año con la letra “A”. Así pues, pudiéramos tener: Alejandro, Betty, Carlos, Daniela, Esteban, etc. Finalmente, hay un convenio para excluir los nombres de los ciclones catastróficos, que hayan causado grandes mortandades y devastaciones.
Los huracanes más devastadores
El huracán Andrew, en 1992, ha sido uno de los huracanes más devastadores en los Estados Unidos. Duró 12 días y previamente afectó las Bahamas, donde se formó como tormenta tropical. Luego pasó al estado de la Florida y de allí a Luisiana, alcanzando la categoría 5. Homestead fue la ciudad más castigada por el ciclón, con vientos de hasta 260 km/h o 162 mph, con una destrucción de 25.000 casas y daños a otras 100 mil. Las pérdidas económicas ascendieron a 40.000 millones de dólares. El huracán Katrina, en agosto de 2005, causó más de 18.000 muertos en Estados Unidos, devastando las costas del Golfo de México, entre Florida y Texas. La mayor cantidad de víctimas se registró en Nueva Orleans, inundada debido a que su sistema de diques colapsó. Casi toda la ciudad, así como algunas zonas periféricas, quedaron anegadas durante varias semanas. Los daños del Katrina se estimaron en 108 mil millones de dólares. Los recientes huracanes Irma y María, ambos de categoría 5, arrasaron con las islas de Barbuda, Anguila, San Martin, Turcos y Caicos y Puerto Rico donde los daños materiales han sido casi de un 100%, cuyo monto y cantidad de víctimas y damnificados aún no han sido cuantificados a la fecha. Pero también causaron grandes daños en casi todas las islas del Caribe, incluyendo la República Dominicana y Cuba.
Sandor Alejandro Gerendas-Kiss
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