La evolución del género homo ha sido una carrera tan vertiginosa que constituye un acontecimiento asombroso que no tiene parangón en nuestro planeta, ya que nunca se había visto algo semejante en la escala evolutiva de ninguna especie. Este veloz progreso se ha podido observar a través de las mediciones de los cráneos encontrados por los paleo antropólogos. En un lapso de 2.5 millones de años el tamaño del cerebro de nuestro género se ha más que duplicado, pasando de 650 cc a 1450 cc. Esta carrera fue iniciada por el Homo hábilis, primer fabricante de utensilios de piedra, con lo cual dio inicio al Paleolítico y de paso se ganó el título de primer Homo.

Sin embargo, desde hace 40.000 años, tiempos en que arribó el Homo sapiens a Europa, ya está medición se ha hecho ineficaz por el corto lapso transcurrido, insuficiente para apreciar alguna variación en el tamaño de nuestra masa encefálica. Desde entonces, en vez de ello, se ha recurrido a la observación de la evolución cultural de nuestra especie. De modo que el progreso humano se mide a través de su obra, pensamiento, creencias y respuesta ante el medioambiente. Es decir, sus armas, utensilios, pintura, escultura, arquitectura, literatura, religión, filosofía, comercio, ciencia, tecnología y últimamente por su notoria responsabilidad en la modificación del sistema Tierra.

El sistema Tierra es una ciencia que abarca la química, física, biología, matemáticas, y ciencias aplicadas que trata a nuestro planeta como un sistema integrado y busca comprender las interacciones físicas, químicas, biológicas y humanas que determinan los estados pasados, presente y futuros de la Tierra.

Actualmente nos encontramos en el Holoceno, una época geológica que se inició hace unos 12 mil años, al concluir la glaciación de Würm, tras 60.000 años de hielo y nieve. Con la cancelación de los fríos y monótonos paisajes blancos emergió una larga primavera que se ha prolongado hasta nuestros tiempos, la cual aprovechó el Homo sapiens para expandirse por todas las latitudes y alturas del planeta. El puñado de sobrevivientes de esa cruenta edad del hielo tuvo tanto éxito que logró que sus descendientes se multiplicaran hasta 7.500 millones de individuos, de los cuales cerca de 6.000 millones se agregaron apenas en los últimos 120 años, ya que a principios del siglo XX solo éramos 1.600 millones de seres.

Algunos científicos e investigadores sostienen que el Holoceno ya ha concluido y ha dado paso al   Antropoceno, nombre acuñado en 2000 por Paul Crutzen. El premio Nobel de Química, especializado en química atmosférica, señaló la nueva época porque en ella las actividades humanas comenzaron a provocar cambios biológicos y geofísicos a escala planetaria. Aunque el Antropoceno no ha sido aceptado oficialmente como una época geológica, el concepto circula por innumerables medios y se ha vuelto común hablar de él, en especial en los medios especializados.

Los científicos Johan Rockström de Suecia y Will Steffen de Estados Unidos agruparon una serie de datos obtenidos por investigadores en diferentes países y momentos. Utilizando este material, en un trabajo conjunto con científicos del Centro de Resiliencia de Estocolmo, confeccionaron en 2009 y 2015 “una lista con nueve límites del planeta que sería sumamente peligroso traspasar, cosa que ya se ha producido en el caso de cuatro de ellos”, según leemos en un informe de la Unesco. Estos cuatro límites son: el clima, la alteración de la cobertura vegetal, la extinción de especies animales y la alteración de los flujos biogeoquímicos, en los que los ciclos del fósforo y el nitrógeno desempeñan un papel esencial.

Las otras cinco fronteras de la Tierra corresponden a consumo de recursos primarios, utilización de energía, crecimiento demográfico, actividad económica y deterioro de la biosfera. Según el citado informe, desde la Segunda Guerra Mundial estos límites se han disparado de tal modo que algunos la han denominado “época de la gran aceleración”. Otros incluso hablan de “hiper aceleración” iniciado en la década de los 1970. Todas esas tendencias se han calificado de “insostenibles”.

En 1946 todavía no se había traspasado ninguno de los nueve límites, y “la humanidad consumía menos de un planeta. Pero la dinámica creada no paró y la situación se agravó a principios del decenio de 1970. Los datos científicos se fueron acumulando y las señales de alerta se multiplicaron. En esos dos momentos habría sido posible emprender otro camino, pero hoy resulta mucho más difícil hacerlo”, indica el mencionado informe.

A pesar de todo ello, los geólogos piensan que la denominación Antropoceno no cumple todavía con la tradicional nomenclatura de la estratigrafía como para ser definido como una nueva época geológica. Por ejemplo, Stanley Finney, jefe del Comité Internacional de Estratigrafía, en una entrevista con el diario El Tiempo de Bogotá, en 2016, afirmó: “La escala del tiempo geológico (marco de referencia para calcular las edades de la Tierra) se mide a partir de los registros de las rocas, que dan evidencia de nuestra historia y tiempo, bien sea para hablar de extinciones masivas, cambio climático o los tipos de vida en el planeta. Mi preocupación con respecto al Antropoceno es que no está documentado con cuerpos de rocas”.

Para sostener que el Antropoceno sí corresponde a una nueva época geológica, un equipo de investigadores de alto nivel se basó en el hallazgo de residuos radiactivos dejados por bombas atómicas. Su localización específica se ubica en Ría de Bilbao, España, en una franja de siete metros de sedimentos acumulados por la industrialización. «Ya hemos cambiado la Tierra: el Antropoceno es el momento en que los humanos conseguimos cambiar el ciclo vital del planeta, cuando los humanos sacamos al planeta de su variabilidad natural», explica Alejandro Cearreta, científico español y miembro del equipo, constituido por 35 especialistas. Tras siete años de investigaciones el grupo acordó considerar el Antropoceno como una nueva época geológica, incluida dentro del periodo Cuaternario, información contenida en un artículo publicado por el diario El País.

La explosión demográfica y el vertiginoso avance de la ciencia y la tecnología no han dado tiempo para cumplir con los lapsos geológicos de la estratigrafía requeridos para calificar que un cambio de épocas geológicas ha ocurrido. Puede ser que los registros hallados en las rocas o en la composición del hielo glacial no sean concluyentes, pero ello no significa que nuestra intervención a gran escala no haya sucedido y esté en camino hacia un peligroso desenlace. La afectación humana del planeta ha sido un proceso mucho más rápido que el desarrollo del tamaño del cerebro a partir del Homo hábilis.

En nuestra opinión, así como se dejó de medir el crecimiento del cerebro humano para establecer su línea evolutiva, y se cambió por la observación de su avance cultural, también sería posible cambiar o complementar la estratigrafía con otros métodos. Sobran evidencias medibles y cuantificables. Basta con saber que la cantidad de partes por millón de CO2 (PPM) en la atmósfera estaba en el orden de 300 PPM hasta la aparición del homo sapiens, la cual se ha incrementado a 400 PPM debido a las emisiones de gases de efecto invernadero. Un artículo de BBC Mundo, del 24-10-2016, anunciaba que por primera vez se había alcanzado las 400 PPM. “El récord de emisiones de CO2 que marca el inicio de una nueva era de cambio climático”, informaba su titular.

El ensanchamiento de los llamados huecos de la capa de ozono también es una clara evidencia, cuantificable por demás, del efecto de las actividades humanas. Los agujeros surgieron a consecuencia de las emisiones de compuestos clorofluorocarbonados a la atmósfera, utilizados como fluidos en refrigeradoras, aparatos de aires acondicionados y atomizadores. Al cambiar los componentes de dichos fluidos la capa de ozono ha comenzado a remitir, pero no recuperará su nivel natural hasta 2080, a menos que esta fecha se prolongue debido a nuevos eventos.  Son huellas en la atmósfera tan válidas como las de las rocas.

La dificultad de la aceptación del Antropoceno como nueva época geológica lo expresó un lector de Smithsonianmag, en un mordaz comentario referido al artículo “The age of humans”:

“Esto es ridículo. Estamos en el medio de una extinción masiva causada por humanos, pero algunos geólogos quieren ver cambios en los estratos de la Tierra antes de unirse al Antropoceno. La ciencia es una herramienta imparcial, pero por supuesto está forjada con la parcialidad de los científicos. Todos somos humanos. Es como si los geólogos no estuvieran contentos de que este término no fuera propuesto desde dentro de la geología, que no es lo que ha caracterizado tradicionalmente a las épocas definidas por la geología. ¿Pero de qué sirve la ciencia si no puede movilizar los cambios necesarios para que la vida prospere en este planeta? La geología no tendrá la oportunidad de nombrar la próxima época si ya no estamos para verla.”

El nivel de 400 PPM de CO2 ha acrecentado el efecto invernadero natural de la Tierra. Esto significa que ahora quedan más rayos infrarrojos atrapados en la atmósfera y por ello aumenta la temperatura, que ya ha superado su propio récord 17 veces en las dos últimas décadas. El calentamiento global tiene efectos sobre los seres vivos del planeta, pero también sobre los componentes abióticos como los glaciares, hielos polares y el permafrost. Se manifiesta, además, con hechos extraordinarios e inéditos como los dos huracanes que adquirieron categoría cinco por primera vez en el Atlántico, en 2017.

Todos estos fenómenos son evidencia de la intervención humana del entorno. La pregunta que corresponde es: ¿Mejoraría en algo la situación solo por cambiar su denominación?

Más que el nombre de una era lo que nos debe interesar es frenar el cambio climático y salvaguardar lo que a la naturaleza le ha costado construir durante cientos de millones de años. Sin embargo, definir una época con nombre propio, y más en este caso, por la trascendencia y gravedad que involucra, tendría un valor apreciable. El constante incremento de la temperatura es una realidad global, así como el aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera.

Oficializar la entrada en una nueva época geológica poseería un efecto psicológico importante. Solo imaginemos el impacto que tendría este titular en los principales periódicos del planeta: “Ya es oficial, estamos en Antropoceno”. Y dicho impacto no solo sería en el público sino en muchas instituciones, empresas y cuerpos legislativos del mundo. La oficialización de una situación eleva su credibilidad. A partir de ese momento el Antropoceno tendría cabida más frecuente en los medios de comunicación y sería sujeto a discusiones y debates en universidades, escuelas, asambleas, foros, programas de opinión, plazas, etc.

En conclusión, dar paso al reconocimiento del Antropoceno como la nueva época geológica, constituiría un hito en la lucha contra el cambio climático. Mientras más rápido se tome la decisión será mejor para la preservación de la vida en el planeta.

Sandor Alejandro Gerendas-Kiss

Fuentes:

UNESCO. Antropoceno: la problemática vital de un debate científico. Recuperado de https://es.unesco.org/courier/2018-2/antropoceno-problematica-vital-debate-cientifico

El País. Bienvenidos al Antropoceno: “Ya hemos cambiado el ciclo natural de la Tierra”. Recuperado de https://elpais.com/elpais/2016/09/05/ciencia/1473092509_973513.html

El Tiempo. ¿De verdad vivimos en la ‘era del hombre’? Recuperado de https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-16647587