Se apagaron las luces sobre el escenario de la COP24. Sin desmerecer el abnegado y continuo trabajo de la señora Patricia Espinoza, Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, y los grandes esfuerzos que viene desarrollando la ONU en materia climática y ambiental desde 1972, la 24ª Conferencia de la Partes fue una de la reuniones más herméticas y menos noticiosas que hemos visto.
Quizás el lugar y la fecha elegidos contribuyeron a la poca cobertura mediática y al escaso interés de parte del público durante el evento, el cual solo repuntó, en parte, ya concluida la cumbre. El 90% de las personas no saben lo que es una COP y la COP24 no ayudó a mejorar la percepción general sobre estas importantes conferencias climáticas.
Respecto al lugar, se podía prever que Polonia no iba a ser muy activa en cuanto a la conferencia ni a los acuerdos climáticos, por ser el principal productor de carbón de Europa, y por la cantidad de veces que ha dado muestras de no estar en capacidad de abandonar su principal recurso energético. Esto sin contar algunos otros “pecados” ambientales que tiene en su haber, como la deforestación del último bosque virgen de Europa.
La fecha elegida, entre el 3 y el 14 de diciembre, es un período en que ya mucha gente tiene la mente ocupada en las vacaciones y fiestas de fin de año. Quizás por ello la COP24 no fue tan afortunada, mediáticamente hablando, como la COP23, Bonn-Fiji, entre el 6 y 17 de noviembre de 2017.
Cabe recordar que Fiji, al contrario de Polonia, está muy interesado en que el Acuerdo de París llegue a buen puerto, por ser una isla muy vulnerable al incremento de las aguas marinas. La alegría y entusiasmo demostrado por el señor Frank Bainimarama, primer ministro de Fiji y presidente de la COP23, fueron notorios durante todo el año 2017, cosa que no ocurrió en 2018 con el país polaco.
Varias veces hemos dicho que no hay que atender a lo que dicen los participantes de las COPs durante las dos semanas que duran las conferencias, sino mirar lo que hacen durante todo el año. A lo largo del tiempo se ha demostrado que una cosa es la teoría y otra muy distinta la práctica.
Otro patrón que hemos observado es que cuando faltan cinco o seis años, por ejemplo, para iniciar una acción climática, todas las partes muestran su aprobación y prometen cumplir los convenios acordados en una COP. Pero, a medida que pasa el tiempo, las promesas de algunos países, generalmente los más influyentes, se van desdibujando hasta el momento de materializar los compromisos adquiridos. Sobran los ejemplos en este ya casi cuarto de siglo de vida de las COPs.
Una vez vencido el plazo, estos actores tratan de ganar tiempo y no pocas veces han logrado diferir temas relevantes para el año siguiente. Cuando ya no hay más espacio para los aplazamientos, sus representantes, sin ruborizarse, se niegan de plano a cumplir los compromisos adquiridos. El principal exponente de esto fue el Protocolo de Kioto, que se perfilaba como uno de los documentos más importantes y esperanzadores de la humanidad para regular las actividades antropogénicas, capaz de frenar el cambio climático, pero que finalmente pasó al basurero de la historia.
La controversia ocurrida en Katowice no fue en torno al Acuerdo de París directamente, sino sobre el documento del IPCC, Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, que presentó en octubre de este año su Quinto Informe de Evaluación, cuyo principal objetivo es limitar la subida de temperaturas a 1,5 grados centígrados desde su nivel preindustrial. Esta meta, según dicho informe, “requerirá de cambios sin precedentes” a nivel social y global, por la gravedad de la situación del planeta, debido al incremento sostenido de la temperatura mundial, y todas sus consecuencias previsibles.
El informe del IPCC ya desde ese momento se había anunciado como un importante aporte para las negociaciones de Katowice. Sin embargo, se constituyó en el principal obstáculo de la conferencia.
Un cuarteto petrolero conformado por Estados Unidos, Rusia, Arabia Saudí y Kuwait no le dio la bienvenida al informe. Estados Unidos argumentó que darle la bienvenida significaba aceptarlo. El presidente Trump fue tajante al expresar que no estaban de acuerdo con el informe del IPCC, ni creía en su contenido. El representante de Arabia Saudí fue más lejos y se atrevió a decir, tras bastidores, que “el Acuerdo de París ha muerto”.
Por último, en el comunicado final de la ONU podemos leer: “Los gobiernos han adoptado un robusto conjunto de directrices para aplicar el histórico Acuerdo de París sobre el cambio climático que fue aprobado en 2015. La aplicación del acuerdo beneficiará a todas las personas, pero especialmente a las más vulnerables.
Se ha acordado el Paquete de Katowice para el clima, que está diseñado para hacer operativo el régimen de cambio climático contenido en el Acuerdo de París. Bajo los auspicios de la secretaría de las Naciones Unidas para el Cambio Climático, este paquete de directrices promoverá la cooperación internacional y provocará una mayor ambición en la acción climática.
Gracias a las directrices, los países podrán tener confianza en que todos ellos están desempeñando el papel que les corresponde frente al desafío del cambio climático”.
Sin embargo, en el comunicado reconoce que: «Desafortunadamente, al final, no se han superado las diferencias». Preocupante corolario cuando apenas faltan dos años para la entrada en vigor del Acuerdo de París.
WWF España resumió lo ocurrido en Polonia así: “los líderes mundiales llegaron a Katowice con la tarea de responder a los últimos datos de la ciencia climática, que ha dejado muy claro que solo tenemos 12 años para reducir las emisiones a la mitad y evitar un calentamiento global catastrófico. Se han logrado avances, pero lo que hemos visto en Polonia revela una falta de comprensión fundamental de la urgencia climática actual por parte de algunos países. El futuro de todos está en juego. Necesitamos que todos los países se comprometan a aumentar la ambición climática antes de 2020.”
Unas notas sobre la COP25
A Chile le ha tocado el honor de ser el anfitrión de la COP25 en 2019. En el país sudamericano se sellará un cuarto de siglo de existencia de la Conferencia Climática más importante del mundo.
Sea buena la oportunidad para revisar las estrategias comunicacionales y de divulgación de las COP y ponerlas en práctica en la COP25.
Pensamos que más del 90% de las personas ignoran lo que es una COP y en oportunidad de la COP24 creemos que el 99% de la gente no se ha enterado de su existencia ni de sus conclusiones. La COP y las cuestiones medioambientales son percibidas por el gran público como temas aburridos.
Es importante involucrar a la gente en los próximos años, más cuando se vislumbra un un choque de constelaciones entre los partidarios de los combustibles fósiles y los que están dispuestos a avanzar con las energías limpias.
¿Y por qué no pensamos la marca COP?
Para cambiar la percepción que tienen las personas sobre las COP, se pudiera introducir el concepto “marca COP”. Esto traería como beneficio mejorar la imagen de las conferencias más importantes del mundo. Un agresivo plan de mercadeo centrado en la marca COP ayudaría a divulgar los problemas que se ciernen sobre el planeta y podría sumar miles de colaboradores y activistas.
La eficiencia de la marca COP, siempre bajo el paraguas de la ONU, se notaría de inmediato. A través de la promoción global de la marca COP, ésta pudiera entrar en todos los ámbitos como el cultural, social, científico y tecnológico. Las universidades pudieran tener un papel protagónico en todo esto si el mensaje les llega de una forma clara y convincente.
Sea buena la oportunidad el cumpleaños 25 de las COP para comenzar a implementar una nueva estrategia. Chile pudiera convertirse en una gran fiesta mediática para divulgar la COP25 y la lucha contra el cambio climático. Podemos copiar el éxito del Showbiz y emplearlo en beneficio del planeta.
Si involucramos a la mayoría de los habitantes de la Madre Tierra, entre todos podemos derrotar el cambio climático.
Sandor Alejandro Gerendas-Kiss
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