El suelo, origen, naturaleza y degradación

El suelo es la superficie de la corteza terrestre que cubre gran parte de los continentes e islas del mundo. Se ha formado gracias a la acción de componentes abióticos y biótico durante cientos de millones de años por la disolución mecánica de las rocas, la incorporación de partículas y sustancias provenientes del aire y las aguas, pero sobre todo por la instalación de los seres vivos en el planeta, casi desde sus inicios y en especial en los últimos 600 millones de años.

La fauna y flora enriquecen el sustrato, el medio del que se nutren las plantas, a través de sus deposiciones, secreciones y otras actividades durante sus vidas, o la fermentación o putrefacción tras sus muertes, convirtiendo a los suelos terrestres en auténticos mantos vivientes o capas vitales, muy diferentes a los suelos “muertos” de la luna o de Marte, por citar un par de ejemplos.

Pocos saben que la velocidad de pérdidas de los suelos en la actualidad es mayor con la que se forman. Los suelos se pueden perder, como de hecho se pierden, debido a las actividades antropogénicas que afectan los ciclos naturales de su recuperación. Ya hay quienes consideran al suelo como un recurso natural no renovable.

Las consecuencias de la contaminación de los suelos son mucho más serias como la mayoría piensa. Tenemos, por ejemplo, la disminución parcial o total de la capa vegetal por el incremento de las regiones desérticas o semidesérticas. O el envenenamiento de las cadenas alimentarias y la extinción de los microorganismos imprescindibles para la vida de un ecosistema. Todo ello va comprometiendo la diversidad biológica (lentamente desde la perspectiva humana, pero a pasos vertiginosas respecto a los tiempos geológicos) poniendo en peligro el imprescindible equilibrio biológico que sostiene la vida en el planeta.

El empobrecimiento químico de la tierra

Se debe a la inyección de agentes contaminantes que modifican su composición y afectan el crecimiento de las plantas. Entre estos podemos citar la salinización, pérdida de nutrientes, contaminación con sales de sodio en exceso, acidificación y el envenenamiento de las tierras y plantas mediante uso abusivo de pesticidas y abonos artificiales, que luego penetran hacia los estratos inferiores y pueden llegar a contaminar los mantos acuíferos, impidiendo su utilización como agua potable.

La degradación física de los suelos

Entre sus consecuencias podemos nombrar el agrietamiento de la tierra causado por el cambio climático y el calentamiento global. Los incendios forestales, cada vez mayores y más frecuentes, combinados con posteriores inundaciones, erosionan las tierras y las convierten en estériles, no aptas para la reproducción de especies vegetales y en consecuencia tampoco para los animales. La utilización de maquinaria pesada produce la compactación de los suelos y la eliminación de las capas de microfauna y microflora necesarias para la vida de las plantas. La construcción de ciudades, autopistas y carreteras implica el recubrimiento de la tierra con asfalto y concreto, y causan la muerte de los suelos.

La degradación biológica de los suelos

Produce la extinción de bacterias, protozoarios, hormigas, lombrices y ácaros, imprescindibles para efectuar los procesos biológicos que intervienen en la formación del humus, la disolución de nutrientes, la fijación del nitrógeno y la descomposición de la materia orgánica, comprometiendo el buen desempeño de los suelos y por ende de la fauna y flora que se desarrolla en ella. Los principales agentes de la degradación biológica son los productos fitosanitarios que se utilizan de manera masiva para eliminar las enfermedades de las plantas y combatir los parásitos que las atacan.

El papel de los suelos en el cambio climático

Ya existen indicios de que el contenido de humedad del suelo se está viendo afectado por el aumento de las temperaturas y los cambios en las pautas de precipitación. Las proyecciones futuras apuntan a que esta tendencia puede continuar. Por ejemplo, la humedad del suelo en verano se verá alterada en la mayor parte de Europa en entre 2021 y 2050, con importantes descensos en la región mediterránea y algunos incrementos en el nordeste europeo.

Los bosques y su rol en el control del clima

Los bosques son parte muy importante del suelo, puesto que se hallan en casi todos los lugares del planeta. Estos ecosistemas se caracterizan por una vegetación donde predominan los árboles y otras plantas. Los bosques representan un factor fundamental dentro del medio ambiente y juegan un papel importante en el ciclo del agua y en la regulación del clima.

Los árboles producen oxígeno, elemento vital para la mayoría de las especies, y a su vez absorben CO2, el componente con mayor presencia en la atmósfera y el principal de los gases de efecto invernadero, causantes del calentamiento global y su consecuencia el cambio climático. Durante la fotosíntesis, proceso que realizan los árboles, y gran parte de las otras plantas, absorben y almacenan CO2, el cual se fija en sus raíces, troncos y hojas en forma de carbono. Las plantas, aunque toman oxígeno del aire y reingresan CO2, el balance final es positivo a favor de la extracción de CO2 de la atmósfera. La capacidad de absorción es proporcional al tamaño y la densidad de un bosque.

Las Turberas, grandes depósitos de carbono bajo el suelo

Las turberas son humedales que cubren apenas el tres por ciento de la Tierra. A pesar de esta baja presencia almacenan el 20 por ciento del total del carbono almacenado debajo del suelo del planeta. Las turberas se caracterizan por tener una gruesa capa de suelo orgánico. En numerosas partes han sido drenadas para utilizar los espacios para la agricultura y la silvicultura, ocasionando grandes problemas.  Cuando se drenan, liberan el carbón milenario y las turberas se convierten en fuentes netas de emisiones de gases de efecto invernadero, mediante la inyección de CO2 a la atmósfera.

En el sur de la isla de Borneo gran parte de la vegetación creció en forma de turberas, compuestas de profundas capas de materia orgánica acumuladas durante miles de años. Para plantar palmas de aceite en turba, los productores excavaron enormes zanjas para drenar el agua con el fin de secar el terreno. Con su acto liberaron grandes cantidades de carbono a la atmósfera, contribuyendo al calentamiento global. Como si fuera poco, la turba seca es altamente inflamable. Luego de tres décadas de deforestación, la selva de Borneo pasó de ser un ecosistema nublado y lluvioso a una zona donde los focos de incendios son permanentes todo el año. El humo de estos fuegos también alimenta el efecto invernadero.

Permafrost, los desiertos congelados, pero sin hielo

¿Qué es el permafrost?  Es suelo congelado, pero sin hielo. Pudiéramos imaginarlo como un desierto de tierra fría. Los suelos permafrost son extremadamente ricos en carbono orgánico, acumulado en el subsuelo durante miles de años. La tundra es un suelo de permafrost que permanece congelado todo el año. En la taiga puede congelarse durante el invierno, pero los meses de verano son lo suficientemente cálidos como para que la superficie se descongele, aunque las partes más profundas permanecen congeladas. Con el calentamiento global en aumento se corre el riesgo de que el carbono se libere a la atmósfera, aumentando el efecto invernadero y en consecuencia el calentamiento global y el cambio climático.

Sandor Alejandro Gerendas-Kiss