En 1896 Svante Arrhenius, científico sueco, fue el primero en proclamar que los combustibles fósiles podrían acelerar el calentamiento de la tierra. Arrhenius calculó que las actividades humanas podrían provocar el aumento de la temperatura mediante la adición de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, estableciendo una relación entre concentraciones de dióxido de carbono atmosférico y temperatura.
En 1940, las mediciones de radiaciones de onda larga mediante espectroscopia de Infrarrojo, se pudo comprobar que el aumento del CO2 en la atmosfera provoca una mayor absorción de radiación infrarroja. En 1955, Gilbert Plass concluyó que la adición de CO2 a la atmosfera capta la radiación infrarroja impidiendo que se escape al espacio, provocando un sobrecalentamiento de la tierra. En aquellos tiempos algunos periódicos comenzaron a hablar de “cambio climático”, referido a estas conclusiones. En 1957 The Hammond Times, para describir la investigación de Roger Revelle, destacado científico y académico estadounidense, sobre la intervención humana sobre el efecto invernadero natural, mediante el incremento de emisiones de CO2, mencionó los términos “calentamiento global” y “cambios climáticos”, y alertó sobre los efectos del uso del CO2 a gran escala. Pero su advertencia cayó en el olvido por un buen tiempo.
En 1975, Wallace Smith Broecker publicó un artículo científico: “Cambio climático: ¿estamos al borde de un calentamiento global pronunciado?” Desde entonces la denominación comenzó a utilizarse cada vez con mayor frecuencia. En 1976, la declaración de Mijaíl Budyko “ha comenzado un calentamiento global” tuvo
gran difusión.
En 1979 la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, encabezado por Jule Charney, describió los efectos del CO2 de una manera más amplia, atribuyendo su uso al incremento del cambio climático.
En 1988 el climatólogo de la NASA James Hansen, testificó ante el Senado de Estados Unidos: “El calentamiento global ha llegado a un nivel tal que podemos atribuir con un alto grado de confianza una relación de causa y efecto entre el efecto invernadero y el calentamiento observado”. A partir de entonces el término calentamiento global se popularizó en la prensa y en el lenguaje coloquial.
En 1979 la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, encabezado por Jule Charney, describió los efectos del CO2 de una manera más amplia, atribuyendo su uso al incremento del cambio climático.
En 1988 el climatólogo de la NASA James Hansen, testificó ante el Senado de Estados Unidos: “El calentamiento global ha llegado a un nivel tal que podemos atribuir con un alto grado de confianza una relación de causa y efecto entre el efecto invernadero y el calentamiento observado”. A partir de entonces el término calentamiento global se popularizó en la prensa y en el lenguaje coloquial.