El Acuerdo de París tiene por meta central limitar el aumento de la temperatura mundial a menos de 2 °C de su nivel preindustrial para finales de este siglo. Para mitigar el cambio climático se deben reducir progresivamente las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), hasta su total eliminación, en especial las basadas en combustibles fósiles como el petróleo, el gas y el carbón. Los GEI al quemarse liberan dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, causantes del incremento del calentamiento global y el cambio climático. Para mitigar los efectos no deseados se deben sustituir los combustibles fósiles por energías limpias o renovables, como la energía eólica o la energía solar, construir ciudades verdes, producir coches eléctricos, etc. Si no se logra alcanzar la meta de los 2 °C pudiéramos asistir al incremento del nivel de mares y océanos, con graves daños a las poblaciones más vulnerables. También aumentarían las inundaciones, los deslaves, huracanes, tornados, incendios forestales y otros fenómenos catastróficos, potencialmente más destructivos como los que se conocen ahora.