Contaminación ambiental, contaminantes y especies en peligro
La contaminación ambiental, en el concepto clásico, se produce cuando ciertos elementos causantes de efectos nocivos se acumulan en cantidades que la naturaleza no puede reciclar.
Un contaminante es una sustancia que se encuentra en un medio al cual no pertenece o que lo hace a niveles que pueden causar efectos adversos.
Una especie está en peligro de extinción cuando su existencia se encuentra comprometida globalmente.
Los humanos, en corto tiempo, hemos convertido la Tierra en una especie de mercado donde nos abastecernos de todo lo que necesitamos, incluso de los espacios para construir nuestros pueblos, ciudades, campamentos mineros, tierras agrícolas y ganaderas. Hemos arrebatado enormes áreas que hace poco pertenecían a las otras especies, sin mucho miramiento al daño que les hemos ocasionado.
Sin darnos cuenta disponemos de un amplio catálogo de métodos con el que hemos intervenido el planeta. Es tal la variedad de productos nocivos que emitimos, tan diversos los medios que contaminamos y tantas las especies que ponemos en peligro, que resulta arduo inventariar y comprender en su totalidad la multiplicidad de medios y factores que intervienen en el daño. Más difícil aún, por no decir imposible, predecir el impacto que tendrá la sumatoria de sus efectos sobre la Tierra y sus habitantes en términos de 50 o 100 años.
Para entender la variada y masiva intervención humana del medio ambiente, que afecta a la mayoría de la diversidad biológica del planeta, hemos ideado un método de análisis para simplificar la comprensión del problema.
En primer lugar, afectamos nuestro entorno de tres modos: por inyección, por extracción y por invasión.
En segundo término, hay tres medios que contaminamos o afectamos: el aire, los suelos y las aguas.
Disponemos pues, matemáticamente, de nueve maneras o categorías distintas de contaminar o afectar a nuestro entorno.
Efecto antropogénico sobre suelos, aire y aguas
Inyección
En los suelos inyectamos todo tipo de sustancias que pueden ser muy tóxicas y peligrosas. Introducimos fertilizantes, plaguicidas, pesticidas, residuos sólidos, metales pesados, contaminantes radioactivos. Las lluvias ácidas inyectan sustancias tóxicas en la tierra, productos nocivos en los terrenos de pueblos y ciudades. Inyectamos contaminantes en los suelos agrícolas y pecuarios, campamentos mineros, en llanos, montañas, bosques, playas, glaciares o desiertos y hasta en nuestros pequeños jardines. Hay pocos espacios en los suelos del planeta que permanecen aún vírgenes, es decir, con sus superficies libres de contaminación.
En el aire inyectamos cantidades masivas de gases y partículas. En las capas inferiores de la atmósfera las inyecciones de dióxido de carbono y metano están modificando el efecto invernadero natural, causando incrementos progresivos de la temperatura en el planeta. El calentamiento global trae como consecuencia el cambio climático. Si no se logran alcanzar los objetivos y acciones contenidas en el Acuerdo de París, podemos esperar graves daños a la Tierra, según estiman la mayoría de los científicos.
También inyectamos monóxido de carbono y dióxido y trióxido de azufre, óxidos nítricos y nitrosos, dióxido de nitrógeno. Las partículas proceden de polvos, humos, nieblas y aerosoles que ascienden a la atmósfera. Algunas permanecen en el aire por años y otras vuelven a la tierra mediante lluvias ácidas. Los polvos de origen industrial contienen metales pesados como hierro, zinc y plomo. Otros contaminantes proceden de suelos erosionados que liberan partículas minerales, desechos animales y vegetales secos. Los humos y nieblas son conjuntos de gases que arrastran consigo diversas partículas.
Los aerosoles inyectan corpúsculos líquidos o sólidos que permanecen suspendidos en la atmósfera. Debemos señalar que la inyección de clorofluorocarbonos, causantes de los huecos de ozono, los cuales han disminuido dramáticamente desde que este gas fue sustituido por otros usados en aerosoles y refrigeración.
Hasta la exósfera la hemos comenzado a contaminar mediante chatarra cósmica de artefactos fuera de servicio, a los que hay que añadir los desperdicios provenientes de cápsulas y naves espaciales.
En las aguas. Las inyecciones abarcan océanos, mares, lagos, lagunas, ríos y estanques. Los contaminantes comprenden todo tipo de sustancias y materiales. Lanzar una bolsa de plástico al mar es un acto de inyección, al igual que una lata de refresco a un río. Muchas ciudades inyectan en ríos y mares grandes volúmenes de material fecal, microorganismos patógenos, detergentes, gases insolubles, todo tipo de basura, escombros, vidrios, microplásticos y objetos de plástico de un solo uso.
Las aguas residuales de los vertederos industriales contienen aceites, fosfatos, nitratos, fluoruros, plomo, arsénico, selenio, cadmio, manganeso, mercurio y hasta sustancias radioactivas. Otro tipo de inyecciones muy letales son los derrames petroleros. Muchos de estos contaminantes pueden tardar cientos y hasta miles de años en ser reciclados por la naturaleza.
La Inyección de plásticos en los océanos es tan grave que se han encontrado objetos de este material en profundidades hasta hace poco inimaginables. Utilizando robots, un equipo británico recientemente ha localizado en la fosa de las Marianas y la fosa de Kermadec, ambas en el Océano Pacífico, pero separadas por unos 7.000 kilómetros, sumideros de plásticos en los más remotos y hostiles hábitats. Una bolsa plástica fue hallada en la Fosa de las Marianas, a 10.898 metros, cercana a la máxima profundidad marina de la Tierra. Los humanos hemos alcanzado las cotas más impensables con nuestros desechos. El agravante es que estos objetos de plásticos son de un solo uso y tardan siglos en degradarse.
Extracción
De los suelos extraemos grandes cantidades de recursos para nuestra alimentación, protección y confort. La tala de un árbol en la selva del Amazonas es la extracción de una unidad que se ha retirado de nuestro mayor pulmón vegetal. De la selva de Borneo, hasta hace poco considerado el pulmón del sudeste asiático, hemos extraído las dos terceras partes de los árboles, con graves cambios en los patrones climáticos como consecuencia. Sus efectos se han sentido hasta en zonas muy alejadas.
Las matanzas de elefantes, rinocerontes, leones, zorros y osos, por citar solo unos ejemplos, corresponden a la categoría de extracción. Las extracciones de animales o plantas realizadas sobre especies de un medio pueden tener efectos sobre la fauna y vegetación ubicadas en zonas alejadas. La disminución del salmón diezma la población de osos. Esto se conoce como desequilibrios en las cadenas tróficas.
Del aire extraemos la fauna alada. Cada ejemplar volador abatido por humanos corresponde a una unidad de extracción del aire. Derribamos aves con distintas finalidades: especies comestibles, aves exóticas como trofeos de cacería, aves depredadoras con fines defensivos de la agricultura, la cría de ganado y animales de granja. También los matamos por efectos colaterales, como la contaminación atmosférica o la fumigación de sembradíos. El exterminio puede provenir de la extinción o disminución poblacional de su presa, o la destrucción de los hábitats o los sitios de reproducción de las aves.
De las aguas. La extracción de especies acuáticas por parte de los seres humanos ha adquirido volúmenes dramáticos. Muchos peces ya no pueden reproducirse a la velocidad con que son capturados. Se pescan antes de que puedan alcanzar su tamaño definitivo. Extraemos masivamente pargos, meros, atunes, anchoas, merluzas, lisas, lenguados, truchas, salmones, carpas, sardinas, bagres, cazones, tiburones, bacalaos, róbalos, camarones, langostinos, langostas, cangrejos, pulpos, calamares y muchos otros. Un capítulo aparte merece la ballena. El enorme cetáceo se ha convertido en uno de los íconos de nuestras depredaciones, a pesar de que su caza en la mayor parte del planeta está prohibida.
Invasión
De los espacios terrestres. El método de invasión más extendido es el desplazamiento de plantas y animales de sus hábitats terrestres por los humanos. Invadimos bosques y selvas, valles y montañas, pampas y llanos, islas y playas, taigas y tundras para construir pueblos, ciudades, campamentos vacacionales, campos mineros, tierras agrícolas y ganaderas, que antes pertenecían a otras especies.
Hemos invadido millones de kilómetros cuadrados de ecosistemas y destruidos hábitats milenarios para dar paso a tierras agrícolas y sabanas para criar ganado con el fin de producir alimentos para casi ocho mil millones de humanos, tan enormes que se pierden en el infinito.
En los hábitats destruidos o arruinados caen muchos animales. Otros huyen buscando nuevos acomodos. Algunos lo logran, pero los más desafortunados quedan aislados en ecosistemas sin futuro, donde perecen al no poder adaptarse. Los árboles y otras plantas sucumben sin remedio bajo las sierras de máquinas de última generación. Cada artilugio tiene capacidad para cortar, desbrozar y cargar cientos de troncos en camiones, todo en una operación, con un solo operario, en cuestión de horas.
De los espacios aéreos. Las zonas de las especies voladoras los invadimos con la construcción de altos edificios, rascacielos, torres eléctricas y antenas en nuestras ciudades o en altas montañas. También los desplazamos con la contaminación del tráfico automotor y el humo de las fábricas. Con todo esto desviamos las aves de sus rutas naturales. También invadimos sus espacios aéreos con aviones, cohetes y misiles. Sin embargo, la invasión aérea no es comparable con la que hacemos a nivel terrestre.
De los espacios acuáticos. Invadimos las aguas con grandes rellenos para ganarles espacios con el fin de construir puertos, radas, aeropuertos y ampliar urbanizaciones. Es una práctica bastante común que afecta a los biomas ubicados en las costas y playas marinas, oceánicas y lacustres. También invadimos y desviamos a los ríos para construir represas hidroeléctricas. Sin embargo, estas invasiones de las aguas afectan mucho menos al medio ambiente que las inyecciones de contaminantes o las extracciones de la fauna de ríos, lagos, mares y océanos.
Conclusiones. Hemos creado este sencillo sistema de clasificación por considerar que su simplicidad puede ayudar a las personas a recordar y concientizar nuestra actuación en el planeta. Nuestra propuesta equivale a una especie de “índice de catálogo” para listar las nueve maneras de cómo afectamos nuestro medio ambiente. Es muy fácil recordar los tres medios: suelos, aires y aguas, combinados con los tres métodos de contaminación o afectación del planeta: inyección, extracción e invasión. Pero esto es solo el inicio, una base muy simplificada para comenzar a entender el problema. Falta desarrollar el catálogo.
El tema del clima, en todas sus áreas, es tan importante y urgente que debería ser incorporado a los programas de educación de la escuela elemental y secundaria en todo el mundo. Temas como el cambio climático, medio ambiente, energía, bosques, desarrollo sostenible, extinción de especies, etc., deberían estudiarse en cada uno de los niveles escolares desde el primer grado de la escuela primaria hasta el último año de bachillerato. La conciencia climática es fundamental desde temprana edad.
La ONU, mediante su programa de Acción Climática está incorporando niños, adolescentes y jóvenes en diferentes áreas. Mientras más personas conozcan de estos temas, más fácil será arreglar el planeta. Ya existen muchas instituciones y organizaciones que están trabajando duro en detener el cambio climático.
Algunos países han entendido el problema y están modificando sus patrones energéticos además de implementar otras medidas. Cabe mencionar los esfuerzos de Noruega, Suecia, Finlandia, Holanda y Dinamarca entre otros.
Sandor Alejandro Gerendas-Kiss
Publicado en enero de 2010 – Actualizado a septiembre 2018
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