Los homos sapiens fuimos los últimos en arribar a este hermoso paraíso llamado Tierra, nuestra esférica casa azul y verde que flota y viaja con su exuberante carga vital en el oscuro cosmos. Con nuestra recién estrenada inteligencia, habilidades, natural curiosidad, y exclusiva conciencia existencial, nos asombramos al ver lo que se descubría ante nuestros ojos, tras 60 mil años de hielo y escarcha. Los glaciares comenzaron a derretirse hace doce mil años y la larga monotonía blanca dio paso a nuevos paisajes. El sol resplandeció, las praderas reverdecieron, los sonoros riachuelos fluyeron, los pajaritos cantaron, las mariposas revoloteaban y de tanto en tanto se posaban sobre multicolores alfombras de flores. Finalmente, los osos salieron de sus cuevas y la vida tomó nuevas formas, sonidos y colores, en un escenario que en verdad parecía un maravilloso parque temático, ideal para vivir, gozar y disfrutar la vida. El largo invierno había tocado su fin y comenzaba la más formidable aventura humana en aquel emporio de recursos que parecía infinito, más el tiempo demostraría que no lo eran.
Aquel puñado de hombres y mujeres sobrevivientes de la última etapa de la glaciación, la más fría, la auténtica edad del hielo, comenzaron a expandirse y admirarse de ese novedoso mundo que falsamente creyeron que les pertenecía. Cierto es que la Tierra es nuestro hogar rotatorio, el de nuestros antepasados y descendientes, pero también lo es de nuestros vecinos no humanos. Con la velocidad de nuestra ciencia y tecnología adquirimos conocimientos con los cuales dejamos fuera de competencia a las demás especies con una asimetría brutal. Fuimos los últimos en llegar, lo hicimos tarde (el 31 de diciembre, a las 11:03 pm del geo año 13, según el geo almanaque que propusimos) y en pocos minutos tomamos control del planeta y lo convertimos en un parque temático que nos otorgamos como de nuestra exclusiva propiedad. La diferencia con los verdaderos parques es que estos cierran por las noches y un ejército de limpieza y mantenimiento los deja iguales o mejores para el día siguiente, lo cual no ocurre con la Tierra.
De modo que hemos dominado aires, mares y tierras, venciendo a casi todos nuestros depredadores, desde los mayores hasta los microscópicos, y ocupado casi todos los rincones del planeta. En nuestro triunfal dominio hemos extinguido especies, derribado bosques completos, lanzado toneladas de CO2 a la atmósfera, y nos estamos comiendo ballenas, delfines y peces, despoblando ríos, lagos y mares. Hemos emponzoñando aires, aguas y suelos. Estamos acabando a gran velocidad con los recursos que con tanta generosidad nos ha ofrecido nuestra madre Tierra. Si no rectificamos será demasiado tarde y ya la madre Tierra no acudirá a nuestros llamados y todo se habrá perdido para la especie humana y muchas otras especies.
Doce mil años después de aquella etapa bucólica la intervención humana del planeta ha sido a gran escala. La selva de Borneo ha sido esquilmada en un 75%, en gran parte durante las tres últimas décadas del siglo pasado. Como consecuencia, ha ocurrido un inédito cambio climático local, que nadie pone en duda su causa antropogénica. Otro ejemplo es la selva del Amazonas donde la destrucción de los bosques ha dado paso a la urbanización, agricultura, ganadería, el sector maderero, la explotación petrolera y minera, la construcción de carreteras, caminos de penetración, oleoductos, represas hidroeléctricas, además de que unos 30 millones de personas viven en la cuenca del Amazonas. Todo e expensas de la exuberante selva. Con esto y otras intervenciones hemos modificado nuestro natural efecto invernadero, principalmente por medio de las emisiones de gases de origen fósil, con los cuales estamos cambiando el clima y aumentando la temperatura de la Tierra a niveles alarmantes.
Dentro de este contexto nos propusimos analizar los “tres temas” de nuestro “parque” y las “tres maneras” con que lo deterioramos, a fin de tener una mejor comprensión de los daños. Los temas: “el mundo de las aguas”, “el mundo de los aires” y “el mundo de los suelos”. Las maneras de afectarlos: “la inyección”, “la extracción” y “la invasión”. De modo que tenemos nueve formas diferentes de degradar nuestro medio ambiente.
Inyección
El aire recibe inyecciones masivas de gases y partículas. Inyectamos en la tropósfera y en la estratósfera monóxido y dióxido de carbono, dióxido y trióxido de azufre, óxidos nítricos y nitrosos, dióxido de nitrógeno, metano y gas freón. Las partículas corresponden a polvos, humos, nieblas y aerosoles. Los polvos de origen industrial contienen metales pesados como hierro, zinc y plomo, los que proceden de suelos erosionados contienen partículas minerales, desechos animales y vegetales secos. Los humos y nieblas son conjuntos de gases que arrastran consigo diversas partículas.
En los suelos efectuamos inyecciones que pueden ser tóxicas y peligrosas. Introducimos sustancias nocivas en los terrenos de pueblos y ciudades, en los suelos agrícolas y pecuarios, campamentos mineros, en llanos, montañas, bosques, playas, riberas fluviales, glaciares o desiertos y aún en nuestros pequeños jardines. Hay pocos lugares en el planeta que permanecen vírgenes, es decir, con superficies libres de contaminación. Inyectamos fertilizantes, plaguicidas, pesticidas, residuos sólidos, metales pesados, contaminantes radioactivos. Las lluvias ácidas inyectan sustancias tóxicas en la tierra.
Lanzar una lata al mar es un acto de inyección, al igual que una bolsa plástica. Las inyecciones en océanos, mares, lagos, lagunas, ríos y estanques prácticamente comprenden todo tipo de sustancias y materiales. Las aguas residuales de los vertederos industriales contienen aceites, fosfatos, nitratos, fluoruros, plomo, arsénico, selenio, cadmio, manganeso, mercurio y hasta sustancias radioactivas. Muchas ciudades vierten en las aguas grandes volúmenes de material fecal, microorganismos patógenos, detergentes, gases insolubles, todo tipo de basuras, escombros y vidrios, muchos imposibles de reciclar. Otro tipo de inyecciones muy letales son los derrames masivos de petróleo.
Extracción
Del aire extraemos la fauna voladora, es decir, derribamos aves con distintas finalidades: especies comestibles, aves exóticas como trofeos de cacería, aves depredadoras de la agricultura, de la cría del ganado y de animales de la granja, o los matamos de manera indirecta por efectos colaterales de la contaminación atmosférica o por la extinción o disminución de su presa o alimento o destrucción de su hábitat o sitio de reproducción.
De los suelos extraemos cantidad de recursos para nuestra alimentación, protección y decoración. La tala de un árbol en el Amazonas es la extracción de una unidad retirada de nuestro mayor pulmón vegetal. Las matanzas de elefantes, rinocerontes, lobos, coyotes, zorros, osos, por citar solo unos ejemplos, corresponden a la categoría de extracción. Las extracciones realizadas sobre especies de un medio pueden tener efectos sobre la fauna de otro. La disminución del salmón diezma la población de osos, causando desequilibrios en las cadenas tróficas.
La extracción de especies acuáticas por parte de los humanos ha adquirido volúmenes dramáticos. Muchas ya no pueden reproducirse a la velocidad con que son pescadas. Extraemos de forma masiva pargos, meros, atunes, anchoas, merluzas, lisas, lenguados, truchas, salmones, carpas, sardinas, bagres, cazones, tiburones, bacalaos, róbalos, camarones, langostinos, langostas, cangrejos, pulpos, calamares y muchos otros más. Y no olvidemos a las ballenas, que se han convertido en ícono de nuestras depredaciones y más recientemente también los delfines.
Invasión
La invasión del espacio aéreo lo realizamos mediante la construcción de altos edificios y rascacielos en nuestras mega ciudades, desplazando a las especies aladas hacia otros lugares. Igualmente, con la construcción de elevadas torres eléctricas y antenas. También invadimos el espacio aéreo de las aves con aviones, cohetes y misiles. Sin embargo, la invasión aérea no es comparable con la que hacemos en los suelos a nivel terrestre.
El método de invasión de suelos más extendido es el desplazamiento de plantas y animales de sus hábitats por humanos. Invadimos tierras mediante la construcción de pueblos y ciudades que antes pertenecían a otras especies. Destruimos millones de kilómetros de ecosistemas para dar paso a enormes campamentos mineros, petroleros y tierras agrícolas que se pierden en el infinito para producir alimentos para casi ocho mil millones de humanos. En los hábitats que arruinamos mueren los animales o huyen buscando nuevos acomodos o quedan aislados en ecosistemas sin futuro. Los árboles y otras plantas sucumben sin remedio.
La invasión de espacios acuíferos mediante rellenos de tierra para ampliar urbanizaciones y ciudades o para construir puertos, radas, aeropuertos y parques, es una práctica común que afecta a los biomas ubicados en mares, océanos y lagos. Igualmente afectamos la flora y fauna de los ríos que desviamos para alimentar represar necesarias para mover grandes centrales hidroeléctricas.
Si pensamos que a principios del siglo XX éramos mil millones de habitantes en la Tierra, podemos apreciar la carga que representa esta expansión para los ecosistemas del planeta. Este violento incremento demográfico, en el que la población se ha multiplicado por ocho en poco más de un siglo, comienza a vislumbrarse como un enorme problema para el planeta y sus habitantes.
Nuestro parque hasta ahora ha soportado esta expansión, pero no sabemos hasta cuándo podrá seguir haciéndolo. No obstante, muchos humanos siguen creyendo que los recursos de nuestro planeta son infinitos y actúan como si en verdad estuvieran en un parque de diversiones. No se percatan de que debemos proteger nuestro hábitat de mayores daños en el futuro, darle mantenimiento y sobre todo aprender todo lo que podamos sobre nuestro privilegiado globo verde azulado. Como dijimos unas líneas más arriba: si no rectificamos será demasiado tarde y ya la madre Tierra no acudirá a nuestros llamados y todo se habrá perdido para la especie humana y muchas otras especies.
Sandor Alejandro Gerendas-Kiss
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