La humanidad se encuentra ante la mayor encrucijada de su historia, provocada por el inesperado ataque del nuevo coronavirus, causante de la patología COVID-19. Nadie puede afirmar a priori que es mejor reanudar o no reanudar. Se ha oído por allí: «prefiero morir de COVID-19 que de hambre». Quien esto dice no tiene la menor idea del horror de morir por la enfermedad, ni de la larga agonía de morir por inanición. Nadie debería morir ni por una ni por otra causa.
¿Qué piensa usted? Reanudar o no reanudar las actividades.
¿Reanudar? Sería una verdadera temeridad levantar la cuarentena en países donde se está lejos de aplanar la curva del nuevo coronavirus. En Estados Unidos están protestando en varias ciudades pidiendo abandonar el confinamiento. Algo que no se entiende cuando en dicho país en tan solo una semana se duplicaron las muertes por el COVID-19, aumentando de veinte mil a cuarenta mil en apenas siete días, tal como informara CNN el 20-04-2020.
¿No reanudar? Es comprensible que haya una ansiedad colectiva por reiniciar labores, porque en un parón todos perdemos. Y si el parón dura meses se hará imposible sostenerlo. Tampoco es posible cuantificar de antemano los daños resultantes, o cómo y cuándo terminará esta pesadilla, puesto que no hay precedentes para una situación catastrófica como ésta.
¿Quiénes sufren? Casi todos padecemos esta mega crisis. Los obreros y empleados despedidos, los vendedores que no cobran comisiones, los profesionales que trabajan por su cuenta, las personas que viven de trabajos a destajo, los emprendedores, los pequeños comerciantes, los profesores, los artistas, los músicos, los choferes de taxi y autobús, los vendedores ambulantes y pare usted de contar.
Existe otro daño distinto al económico. Y es el psicológico, que casi todos padecemos, pero en especial los niños más pequeños que no comprenden esto de tener que vivir entre cuatro paredes. No entienden por qué no hay escuela, ni vacaciones y ni siquiera el parquecito de costumbre.
Una decisión compleja. Escoger el camino entre quedarse en casa para evitar el contagio o perder los ingresos hasta el punto de pasar a las filas de desempleados por largo rato, o ver quebrar el negocio, o no poder llevar el alimento diario a la familia porque el trabajo informal, el del día a día, ya no existe.
Abandonar la cuarentena. Significaría incrementar los casos que llegan a los hospitales, donde ya no hay espacio para más enfermos y el personal sanitario es cada vez más reducido por la cantidad de héroes que han fallecido luchando por salvar vidas, combatiendo a un enemigo invisible. Los supervivientes médicos, enfermeros, camilleros, camareros están exhaustos, ya no pueden más y sería sumamente desmoralizante para ellos ver que mientras continúan arriesgando su salud y sus vidas, otros disfrutan en las playas o se reúnen para charlar con sus amigos en el parque, además del riesgo de contagiar a otros.
Reanudar la actividad. Equivale a darle ventajas a un virus sumamente agresivo, veloz y letal, que no dejaría pasar la oportunidad de repotenciarse y quizás hasta de mutar. Al coronavirus hay que mantenerlo pisado, porque si no lo pisamos a él, él nos pisará a nosotros.
¿Qué hacer entonces? Se pudiera dar alguna solución intermedia al problema. Empresas básicas como electricidad, agua, gas, transporte público, telefonía, internet, radio, televisión, entretenimiento por cable, etc. han estado activas. Empresas esenciales como supermercados, panaderías, farmacias y estaciones de servicio, entre otras, no han parado un día, pero trabajan en horarios restringidos. Los mayoristas y transportistas que los suplen también siguen trabajando. Igual los proveedores de éstos, es decir los productores del campo, los criadores de ganado, las granjas de aves, los laboratorios farmacéuticos, las refinerías petroleras y algunos otros más. Es una larga cadena que se ha mantenido activa. Igual los negocios de Internet, desde el gigante Amazon hasta pequeños restaurantes que hacen delivery de sus preparaciones y otras mercancías.
La idea es incorporar paulatinamente a otros sectores a este sistema. Al principio en horarios muy restringidos y con las máximas normas de prevención sanitaria como las que ya conocemos. Esto no se puede hacer todavía en ciudades que son focos de la pandemia. Pero en otras partes se pudiera pensar en una progresiva incorporación.
El mundo post Covid-19.
Después de que superemos el coronavirus habrá muchas cosas que cambiar en el mundo. Se tendrán que emprender varias reingenierías. Empezando por los sistemas de salud nacionales, así como también los entes mundiales de salud. Ingenieros y arquitectos tendrán un importante papel en la adecuación de clínicas y hospitales a situaciones como las del presente. Será perentorio la construcción de nuevos hospitales con miras preventivas para poder atender pacientes en cantidades masivas.
Habrá que repensar las actividades a distancia tanto las de teletrabajo como las de telestudio y la telemedicina. Algunas prácticas aprendidas en esta crisis del COVID-19 llegaron para quedarse, como las de higiene, uso de mascarillas cuando se presente un resfriado, la lavada meticulosa de manos, etc.
Sandor Alejandro Gerendas-Kiss
Anexo
Solamente en este siglo XXI, en los últimos 15 años se han presentado cinco pandemias (fuente Wikipedia).
2005: La gripe aviaria en su cepa H5N1. 2009-2010: La pandemia de gripe A (H1N1). 2012-2015: El SARS o síndrome respiratorio agudo. 2014: El virus del Zika. 2019-2020: Pandemia de COVID-19.
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