En este planeta, el único con vida que se conoce, su exuberante biodiversidad nace, vive, crece, come, duerme, se reproduce, ataca, se escapa y muere utilizando en todas estas etapas energía. Hasta para exhalar el último suspiro se necesita una pequeña dosis de energía. Nosotros los humanos, además de toda esta bioenergía, cocinamos, alumbramos, usamos equipos eléctricos y electrónicos, calentadores de agua, nos transportamos en vehículos terrestres, barcos y aviones y también en todas estas fases empleamos energía. Pero lo hacemos de una manera no natural, en comparación a como se hacía en la Tierra antes de nuestra llegada.

Si de producción de alimentos se trata, nos valemos de tractores, camiones, cosechadoras, sembradoras, entre muchos otros artilugios. En la industria nos aplicamos con hornos de alta temperatura y maquinarias eléctricas de infinidad de tipos. En la construcción aprovechamos una variedad de mega-máquinas. En clínicas y hospitales nos examinan y tratan con cantidad de equipos médicos y ni hablar de la importancia de la energía en los quirófanos y en las salas de parto.

La energía está con nosotros las 24 horas del día y nos rodea los 365 días del año. Pero pocas veces pensamos en ella. Solo cuando nos falta la electricidad, la gasolina o el internet colapsamos y en ese momento recordamos el enorme servicio que nos prestan. Convertimos la energía en nuestra aliada y con su ayuda hemos dado pasos gigantescos. Pero si no la manejamos con criterio, de aliada pudiera pasar a enemiga en menos tiempo de lo que pensamos.

Una nueva terminología energética

En tiempos recientes comenzamos a habituarnos a un nuevo lenguaje. Tomaron fuerza conceptos como “energías renovables”, “energías limpias”, “energías verdes”. Aparecieron en los paisajes y en nuestro glosario paneles de “energía solar”, molinos de “energía eólica”, “autos eléctricos”, baterías de “ion-litio” y otras “energías aliadas”. Todas ellas han tenido un importante crecimiento en los últimos años y están ayudando a algunos países a alcanzar su independencia energética, además de contribuir a mitigar el calentamiento global.

Viejas energías y nuevos métodos de perforación

Mientras tanto, las energías tradicionales también han proliferado. De manera inesperada surgieron cientos de torres de “fracking” o “fracturación hidráulica”, método no convencional para extraer enormes cantidades de gas y petróleo atrapadas en esquistos a grandes profundidades. Estados Unidos viene trabajando en esto desde hace años, de una manera tan intensa que está a punto de desplazar a Arabia Saudita como mayor productor de petróleo mundial. Pero los hidrocarburos en esquistos también se encuentran en casi medio centenar de países, de los cuales ya hay tres que producen gas o petróleo comercialmente y media docena está experimentando para producir. Muchas de estas naciones no han sido productoras de petróleo ni gas, pero pudieran estar tentadas a unirse al club de países productores de hidrocarburos para no tener que importar su energía.

Permiso para extraer petróleo del Ártico

Como si fuera poco, en muchos sitios el paisaje continúa llenándose de torres petroleras tradicionales, por el hallazgo de nuevos yacimientos. Para colmar el vaso, existe una gran probabilidad de ver multiplicados miles de balancines oscuros contrastados con el fondo blanco del Ártico, si se concreta el levantamiento de prohibición del gobierno de Donald Trump para explotar yacimientos petroleros en santuarios ambientales cerca del Polo Norte, vedados durante más de 40 años. Si todo esto continúa, permanecerán en nuestras bocas por mucho tiempo términos como “calentamiento global”, “cambio climático”, “gases de efecto invernadero”, “combustibles fósiles” y “fracking”.

Hemos dejado pasar mucho tiempo para frenar el cambio climático

Para llegar a todo esto hemos andado un largo recorrido, cuyo punto de partida se remonta a los tiempos del matemático y físico francés Jean-Baptiste Joseph Fourier, quien en 1824 fue el primero en emplear la analogía del invernadero. En 1896 Svante Arrhenius, científico sueco, estableció una relación entre concentraciones de CO2 y temperatura. Pasó casi medio siglo, hasta que en 1940 se comprobó que el aumento del CO2 en la atmósfera provoca una mayor absorción de radiación infrarroja. Entrada la década de 1950, se multiplicaron las alarmas sobre el problema, pero muy poco se hizo. En 1988 James Hansen, afirmó ante el Senado de Estados Unidos que el calentamiento causado por el hombre ya había afectado considerablemente el clima global. Fue a partir de entonces que el término calentamiento global comenzó a popularizarse en la prensa y se incorporó al lenguaje coloquial. Sin embargo, tampoco se hizo nada importante en esos tiempos para frenar el problema.

Las conferencias para la lucha contra el cambio climático

En 1972, por iniciativa de Suecia y en conjunto con la ONU se realizó la “Primera Cumbre de la Tierra”, de donde salió la “Declaración de Estocolmo”, orientada hacia la normalización de las relaciones de los seres humanos con el medioambiente. En 1992 se llevó a cabo en Río de Janeiro “La Segunda Cumbre de la Tierra”. En ella se emitió la “Declaración de Río” y se dio el visto bueno a la creación de la “Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático” (CMNUCC), que entró en vigor en marzo de 1994. Con el fin de dar sentido práctico a sus objetivos se estableció la COP, Conferencia de las Partes, cumbres climáticas que se celebran cada año entre noviembre y diciembre.

Nacimiento y muerte del Protocolo de Kioto

La primera COP se realizó en Bonn, en 1995. Las conferencias más relevantes han sido: La COP3, Kioto, 1997, donde surgió el célebre Protocolo de Kioto que se perfilaba como uno de los documentos más importantes y esperanzadores de la humanidad para regular las actividades antropogénicas, capaz de recuperar el medio ambiente global. Doce años después, en la COP15, Copenhague, 2009, se cifraba una inmensa esperanza porque allí se firmaría el Protocolo de Kioto. Sin embargo, los presidentes de China, Estados Unidos, India, Brasil y Suráfrica, a última hora redactaron un acuerdo no vinculante de apenas tres folios que ni siquiera fue sometido a votación. Solo fue expuesto a la “toma de conocimiento” de los asistentes, lo cual equivalía a la muerte del Protocolo de Kioto. La cumbre fue calificada de fracaso y desastre por muchos gobiernos y organizaciones ecologistas. Habría que esperar seis años más hasta la COP21, París, 2015, para asistir al nacimiento del Acuerdo de Paris, un ambicioso convenio mundial para luchar contra el Cambio Climático.

¿Entrará en vigor el Acuerdo de París en 2020?

En la COP21, París, 2015, fue adoptado el Acuerdo de Paris por 197 países y su firma se inició oficialmente el 22 de abril de 2016, el Día de la Tierra. Su entrada en vigor será 2020. Mediante el importante documento se contempla limitar el aumento de la temperatura mundial a 2 °C, a partir de su nivel preindustrial (1750), mediante la disminución de emisiones de gases de efecto invernadero, provocadas por combustibles fósiles como el petróleo, gas y carbón, los cuales al quemarse liberan CO2 a la atmósfera. Con ello se trata de evitar el incremento del calentamiento global y el cambio climático, y sus consecuencias como la descongelación de glaciares y hielos polares, aumento del nivel de mares, inundaciones, deslaves, huracanes, tornados, incendios forestales y otros fenómenos catastróficos, capaces de poner en peligro de extinción a muchas especies que habitan la Tierra, homo sapiens incluido.

2020, el año de la verdad

Esperamos que en 2020 no veamos la repetición de lo ocurrido con el Protocolo de Kioto y no tengamos que añadir un nuevo eslabón a la larga cadena de excusas y postergaciones como las arriba señaladas. Si ello sucediera se nos vendría encima un conflicto climático de grandes proporciones. No es difícil de imaginar que el mundo de combustibles fósiles se aferrará a sus torres petroleras y gasíferas, debido a la inmensa cantidad de capital involucrado. ¿Estarán los inversionistas dispuestos a perder su dinero? Otra señal es el discurso de los negacionistas del cambio climático. También preocupa la cantidad de petróleo convencional y no convencional que pudiera inundar los mercados en los próximos años. Como consecuencia vendría un derrumbe de los precios del gas y petróleo en detrimento de la competitividad de la industria de la electromovilidad, la energía solar y la energía eólica. Una lucha que deberían ganar las energías limpias. Si triunfan los combustibles fósiles se produciría lo que dijimos más arriba: nuestra aliada, la energía, se convertiría en nuestra enemiga en menos tiempo de lo que pensamos.

Un nuevo concepto para incorporar a nuestro léxico: “Cambio de Patrones Energéticos”

Pero no bastará añadirlo y poseerlos solo para la lectura o el chateo. La lucha contra el cambio climático debe ser una prioridad de la humanidad, de los países del mundo y de sus habitantes.

Sandor Alejandro Gerendas-Kiss