Un Bio Big Bang en nuestro planeta

La biosfera, junto con la atmósfera, son dos entes inseparables de la Tierra, un sistema en el que cada uno necesita del otro para existir. Esa delgada esfera biológica, compuesta de aguas, suelos y aires llenas de vida, ha estado ahí desde tiempos inmemoriales. La vida nació poco tiempo después que el planeta, puesto que se han encontrado microorganismos que vivieron hace 3 mil millones de años en ella. De modo que nuestra Tierra hasta pudiera llamarse Vida por su amigable ambiente, siempre lista para parir especies de todo tipo. ¿Cómo pudo darse este extraordinario fenómeno desde tan temprano? Para algunos es obra de Dios (entre los cuales me incluyo), para otros es obra de la naturaleza.

Hace 590 millones de años sobrevino un Big Bang vital, una inmensa expansión de vida en la Tierra, etapa en la que irrumpió la mayor diversidad de flora y fauna jamás conocida, abuelas de la inmensa biodiversidad que actualmente conocemos. Las diferentes formas de vida habitan lado a lado en una convivencia casi perfecta, porque, a pesar de extinciones de especies en el pasado, la naturaleza siempre se las arregla para restablecer el equilibrio.

La naturaleza siempre se las arregla para restablecer el equilibrio

Los zorros (depredadores) controlan la expansión de los conejos (presas). La disminución de los conejos controla la excesiva proliferación de los zorros. En África los depredadores (leones, tigres, guepardos, etc.) controlan a las presas (Ñus, cebras y bisontes, etc.). Así pudiéramos encontrar miles de ejemplos en los que la naturaleza siempre se las arregla para restablecer el equilibrio.

La Edad de hielo estuvo a punto de dar al traste con el ser humano y otras especies. Después de concluida la glaciación de Wurm, 70.000 años de hielos y nieves, sobrevino una largamente esperada primavera, un auténtico renacimiento de la vida. El blanco monótono del paisaje dio paso al florecimiento de las sabanas que se llenaron de colores y verdores, además del canto de las avecillas y reaparecieron a la luz los pequeños y medianos animales. Todo esta bonanza climática se inició, como sabemos, hace apenas 12.00 años y ha durado hasta nuestro días.

Fue en esa época que se inició el dominio humano de la Tierra, gracias a las armas que podían derribar animales de varias toneladas en una lucha de asimetría extrema; a la confección de ropa y construcción de viviendas que permitieron habitar en todas la regiones del planeta: en el desierto, los polos y en todos los matices climáticos intermedios; gracias a la alimentación consecuencia de la abundancia de caza que sobrevino tras el largo invierno, luego potenciado por la invención de la agricultura y domesticación de animales, parecían augurar el fin de la escasez y la alimentación ad infinitum. Luego llegaron la farmacopea, la medicina preventiva, vacunas, antibióticos, vitaminas, hospitales modernos, equipos de diagnóstico cada vez más sofisticados y efectivos, células madres, biotecnología y otros inventos y descubrimientos que caen por cataratas todos los años, los cuales han producido un ser humano cada vez más poderoso, invencible y aparentemente libre de depredadores. Pero, como la naturaleza siempre se las arregla para restablecer el equilibrio, cabe preguntar:

¿Cómo hará esta vez la naturaleza para restablecer este tan “desequilibrado equilibrio”?

¿Lo hará mediante las guerras? No lo creemos. En el siglo 20 se dieron dos guerras mundiales, con decenas de millones de muertos y sin embargo fue el periodo de mayor expansión demográfica jamás conocido. De 1.500 millones de personas al principio del siglo se pasó a 3.000 millones para 1960 y ya éramos 6.000 millones para el 2.000. El mundo asistió a la doble duplicación de la población en ese corto periodo. Al no tener depredadores visibles ni invisibles ¡La humanidad se cuadruplicó en cien años! Hecho insólito, sin precedentes en estos recientes 12 mil años, que muchos han pasado por alto. ¿Habrá suficientes recursos para sostener semejante crecimiento? ¿Será que la naturaleza necesita de una guerra atómica con 50% o 60% de mortandad para restablecer el equilibrio? Personalmente no lo creo. No le hace falta. No lo necesita. Ha encontrado otros mecanismos. Sabe que cada sociedad, cada comunidad, cada familia y cada individuo llevan su propio depredador interno incorporado. Enseguida me explico:

La economía mundial, las economías locales y las familiares se resisten a realizar los cambios necesarios para contribuir a un sistema más sustentable o necesario para mantener el equilibrio entre clima y vida. Los gobiernos aducen casi siempre falta de dinero, crisis económicas o guerras que, según ellos, les impide emprender las soluciones al problema. Las comunidades, con contadas excepciones, no asumen sus responsabilidades por declarar insuficiencias presupuestarias para afrontar los altos costos requeridas, pero también la politiquería, la corrupción y los choques de intereses grupales constituyen un freno para alcanzar los objetivos. Las familias e individuos no se ocupan del problema por atender su día a día, por la precariedad en que viven o simplemente porque niegan que los problemas en verdad existan.

¿Será que vivimos en un Mundo Feliz?

Otro factor no menos importante de lo que venimos hablando es ese “Mundo Feliz” en el que las sociedades actuales parecen haber encontrado su zona de confort para no mirar los problemas que se nos vienen  encima. La irrupción de la televisión, computadoras, videojuegos, teléfonos inteligentes y redes sociales que transmiten información, pero sobre todo entretenimiento en formatos de películas, videojuegos, series, deportes, mini videos virales de contenido fatuo que se esparcen por millones en las redes, transmitidos todo el día, a toda hora, todo el año, como nunca antes se había visto, convirtiendo la vida en una carrera vertiginosa que no da tiempo a nada y menos para ocuparse de “temas aburridos” como la ecología, los problemas ambientales o el cambio climático. Vivimos en aquello que Mario Vargas Llosa llamó la “Civilización del Espectáculo” para significar nuestra época. Generación “Carpe Diem”, como también pudiera llamársele, sistema que introdujo el poeta romano Horacio, resucitado unos dos mil años después en la magistral actuación de Robin William en la película “La sociedad de los poetas muertos” y que desde hace unos 25 años viene agregando millones de seguidores a este ”sistema” que se resume como “disfruta todo lo que puedas ahora, porque al final del día puede que estés muerto”, encontrando sus adeptos la excusa perfecta para mirar hacia los lados, quitando la vista a los problemas, para ni siquiera ver hacia atrás, inscribiendo la historia en la categoría de materia en “peligro de extinción”. Lo peor de todo es que el futuro tampoco le interesa a las mayorías, algunos porque simplemente no creen en él, cosa comprensible en muchos casos, y otros por practicar los consejos del antiguo poeta romano, como es vivir únicamente el presente.

El fracking y otras tecnologías no ayudan a reducir el uso de combustibles fósiles

Dejé de último el tema de la desfragmentación hidráulica para extraer gas natural a grandes profundidades, además de la afanosa búsqueda de yacimientos petrolíferos mediante viejos métodos en nuevas zonas (no tradicionales) y la intensificación del uso del carbón por algunos países. Sabemos que petróleo, gas y carbón desprenden CO2 y metano a la atmósfera, dos de los principales GEI, Gases de Efecto Invernadero, causantes del calentamiento global y por consiguiente del cambio climático. Este afán de continuar la búsqueda y el uso de combustibles fósiles preocupa en demasía por poner en dudas la factibilidad de alcanzar el objetivo puesto sobre la mesa por la ONU, que considera reducir las emisiones entre un 40% y un 70% para 2050 y a 0% para finales de siglo, tema para la COP21, París 2015 (30N-11D). Ojalá se logre.

La esperanza de que sea la humanidad quien desate el nudo gordiano del calentamiento global

Todo lo antes mencionado en estas reflexiones es un coctel muy peligroso para poder preservar la vida en nuestro planeta tal como la conocemos. Esa amalgama pareciera ser nuestro implacable depredador. El calentamiento global, combinado con la extinción progresiva de especies, puede llevarnos a un caos planetario, una situación como las que explican las llamadas “Curvas de palo de hockey”, movimientos bruscos e impredecibles, la cual concluiría en un auténtico “biosfericidio”. Para finalizar, nuestra esperanza es que seamos nosotros los humanos, con nuestro ingenio, ciencia y recursos quienes arreglemos nuestro planeta y permitamos que vuelva a ser esa agradable casa en las que todas las especies podamos convivir. Es imprescindible que lo hagamos y no esperemos a que la naturaleza haga su trabajo, pues de lo contrario, ella se encargaría de restablecer el equilibrio, y esto sería muy doloroso.

Sandor Alejandro Gerendas-Kiss